María Dolores de
Cospedal ha recomendado a Pedro Sánchez que se comporte con los corruptos de su
formación de la misma manera como lo hace el Partido Popular. Es decir (lo ha
aclarado, porque cualquiera podía tener dificultades para entender el sentido
de la recomendación), con “tolerancia cero”.
Uno se preguntaría
en qué mundo vive Cospedal, si no tuviera noticias ciertas y cotidianas de cuál
es el mundo en qué vive. Cabría la posibilidad de considerarla una necia, si no
supiéramos que la necedad es cosa distinta del cinismo. Puestos en el
disparadero, los altos cargos populares se están reivindicando a sí mismos como
los esforzados paladines de una batalla contra la corrupción que encenagaba la
conducta de sus opositores como una nefasta herencia más de los desvaríos de
Zapatero.
Para sostener un
montaje de ese calibre, los artífices de la nueva ofensiva ignoran de forma
sistemática las noticias diarias de los informativos, y acusan de corruptos a
todos los que están enfrente. Los cuatro años pasados son reivindicados como
una edad de oro de justicia, prosperidad y buen gobierno, que lamentablemente
no ha sido bien explicada a la gente debido a una política informativa deficiente
por timorata, poco agresiva y volcada en la defensiva.
Todo al revés. La
política informativa de la Brunete mediática – a la que se han sumado en una operación
sumamente curiosa medios informativos que en tiempos pasaron por progresistas –
busca retorcer con saña cualquier frase, incluso la más anodina, de quienes han
empezado a plantar jalones para el cambio en este país. Se encuentran segundos
y terceros sentidos a declaraciones de Manuela Carmena, una mujer que siempre
se expresa de una forma sencilla, eficaz e inequívoca. Se subraya la “rabia” y
el “odio” de que dan muestra los muchachos de Podemos, a los que se lleva un
año entero ya atacando con saña, con odio y con conexiones venezolanas. Se
anuncia cada día una nueva crisis en la izquierda (hoy Compromís, mañana IU,
pasado la rebelión de las bases de Podemos contra la “nueva casta”), cuando la
noticia real es, cada día, una nueva corrupción destapada en la derecha.
La verdad es
tratada como el guante de cabritilla al que hace referencia el Bufón en la
escena primera del tercer acto de Noche
de epifanía, de William Shakespeare: «Una
frase no es más que un guante de cabritilla para un ingenio agudo. ¡Con qué facilidad
puede volverse del revés!»
Pero no es buen
negocio, a la larga, debatir distorsionando las razones del contrario y buscar
pretextos para criminalizarlo. Primero, porque no contribuye a purificar el
clima político; segundo, porque de tan repetido el recurso cansa, y los
plumíferos a sueldo que atizan esas controversias acaban perdiendo la
credibilidad de su firma y viendo dolorosamente disminuidas sus fuentes de
financiación adyacentes y secretas.