Pongamos que hablo
de don Félix Ovejero, profesor de la Universidad de Barcelona, que firma esta
mañana nada menos que un editorial de elpais, en el que, nada nuevo, da el
mismo vigoroso palo a los mismos mohínos apaleados de siempre. La argumentación
en este caso, sin embargo, es novedosa: en democracia, nos instruye el profesor,
nadie debe meterse en aquello para lo que no está expresamente mandatado.
Leamos sus propias palabras:
«En
la impotencia, cierta izquierda opta por la sobreactuación. Se ha visto en
Ayuntamientos y autonomías. En lugar de ocuparse de las tareas para las que han
sido elegidos, porque les parecen poca cosa o porque no les sobra la destreza,
disparan por elevación: refugiados, pobreza energética, república, sin que
falten graves declaraciones sobre dignas causas, desde la paz mundial al TTIP.
Si alguno recuerda que, por la Constitución o por la aplicación en serio del
principio de autogobierno, por falta de mandato democrático, tales asuntos
están fuera de su competencia, inmediatamente se desata la batería del
moralismo.»
Se acumulan las acusaciones sobre “cierta izquierda”: impotencia,
falta de destreza, incompetencia, sobreactuación, moralismo. Son acusaciones no probadas.
Dice el dómine que los ayuntamientos y las autonomías gobernados por esa “cierta
izquierda” no se ocupan de las tareas para las que han sido elegidos. No
respalda su afirmación con ningún dato, y conviene advertir que es contraria a
la percepción mayoritaria de los/las ciudadanos/as, que están en general satisfechos
con la gestión de los gobiernos municipales y autonómicos del cambio.
De otra parte, el problema con los refugiados, la pobreza
energética, la república, la paz mundial y el TTIP, entre otros problemas que
cabría añadir, es que las instituciones representativas de la soberanía
nacional mandatadas para ocuparse de todo lo que afecta seriamente a los
equilibrios, a las políticas sostenibles y a tantas otras cuestiones de trascendencia
máxima para nuestro futuro inmediato y a largo plazo, «en lugar de ocuparse de
las tareas para las que han sido elegidas», hacen el rácano y ocupan sus
cuantiosos presupuestos en, por ejemplo, el espionaje de baja estofa contra los
rivales políticos. Cuestión que al profesor Ovejero no le provoca ningún
comentario.
Lo que se ha hecho desde los gobiernos locales y
autonómicos que no son estrictamente del PP-C’s, no es decidir
por sí mismos lo que no les corresponde, sino recordar a quien posee las
atribuciones precisas el tremendo déficit de gobernanza concreta y de acción solidaria (y no solo,
pero también, déficit de dineros públicos) en el que estamos cayendo.
Lo cual tiene un nombre, en la literatura jurídica y en
la política: se le llama principio de subsidiariedad, y funciona tanto hacia
arriba como hacia abajo, de modo que todas las instituciones democráticas se
imbrican entre ellas en una acción común, desde la preceptiva autonomía de
todas, para mejor salvaguardar la salud de la cosa pública. Lo sabe tan bien
como yo el profesor Ovejero, que además de ostentar la condición de funcionario
público y de impartir clases de Economía, Ética y Ciencias Sociales en la
Universidad de Barcelona, ha sido uno de los promotores públicos de la
plataforma política Ciutadans. Él mejor que nadie debe saber cuándo habla, sin
que nadie le haya mandatado para ello ni falta que hace, de lo que es bueno
para la re publica (en el sentido
latino de la expresión), y cuándo, en cambio, está hablando de forma tan interesada
como sesgada pro domo sua.