martes, 5 de julio de 2016

QUEREDLOS CUAL LOS HACÉIS


Cabalgan de nuevo los vendedores de matadolores patentados y de crecepelos milagrosos, que después de ponderar sus productos en la plaza mayor del pueblo con acompañamiento de charanga, se esfuman entre dos luces antes de que el cliente compruebe la utilidad real del mejunje recién adquirido.
Lo ha hecho Nigel Farage, el líder del UKIP, en la estela de David Cameron y de Boris Johnson, dos tories especialistas en juegos malabares que sostuvieron hasta el final que el Brexit traería la afluencia a los bolsillos de las clases populares británicas. Ahora que llega el momento del cobro de las facturas pendientes ya no les apetece ponerse al frente del país a tirar del carro; pero nadie podrá quitarles lo bailado en aquel cuarto de hora estelar de audiencia récord en el live show en prime time.
Después de los bonos basura y de los empleos basura, han llegado los políticos basura, el cortoplacismo político de usar y tirar. Han llegado para quedarse… por lo menos en los anales, aunque caso por caso los implicados se vean obligados al final de la función a escapar río abajo por el Mississippi, a fin de que los aldeanos enfurecidos no les den trato de alquitrán y plumas, o les apliquen sin contemplaciones la ley de Lynch.
Cabe preguntarse por qué los desfachatados seducen a las audiencias, a pesar de todo. Se sabe de sobras que son deshonestos, mentirosos, egoístas, corruptos, logreros; tal vez enternecen por el hecho de aportar un punto de emoción, un toque de glamour a la insipidez de las vidas monótonas de aquellos grupos sociales, cada vez más amplios, cuyas únicas perspectivas de futuro están tejidas con la materia de que se fabrican los sueños. Hay una relación obvia entre la llamarada de indignación social, de un lado, y la apetencia de un remedio drástico y milagroso basado en el castigo ejemplar de “los otros”. “Los malos”, Rajoy dixit.
En el momento de elegir a sus políticos, cabría plantear al país la disyuntiva que ofrecía sor Juana Inés de la Cruz a los “hombres necios” que bailan el agua a las mujeres frívolas y al mismo tiempo critican su falta de recato: «Queredlos cual los hacéis, o hacedlos cual los buscáis.»