martes, 26 de julio de 2016

LA SUPERIORIDAD DE LO OBTUSO SOBRE LO AGUDO


A un mes vista (exacto, en el día de hoy) de las segundas elecciones generales consecutivas, empieza a cobrar cuerpo la posibilidad de unas terceras. Hubo algunas alharacas insustanciales cuando, a la vista de los segundos resultados, cundió la interpretación de que Mariano Rajoy había hecho gala de una visión estratégica superior a la de sus rivales, lo cual le permitía posicionarse con ventaja de cara a la formación de un nuevo gobierno de coalición.
Esperanzas vanas. La visión estratégica de Rajoy es lo más parecido posible a un encefalograma plano. Lo suyo, se ha repetido ya en varias ocasiones en este blog y nunca lo han desmentido los hechos, es “estar” en los sitios, de ninguna manera “hacer” cosas. En el estar, es un genio; en el hacer, una nulidad. La física de Rajoy es la estática, la doctrina de los cuerpos en reposo. Como Wellington ante Napoleón y Montgomery ante Rommel, su doctrina estratégica consiste en ocupar una posición ventajosa, fortificarla al máximo, y no moverse de ahí. “Estar”, en una palabra. Con todas las consecuencias. Concesiones al rival, ninguna; experimentos tácticos, tampoco, ni siquiera con gaseosa. Todo trillado, todo sobre carriles.
Napoleón o Rommel (o Fischer o Kaspárov) percibían al vuelo el error táctico en un movimiento enemigo, y encontraban la forma fulminante de castigarlo sin dar tiempo a una rectificación. Era el triunfo de lo agudo sobre lo obtuso. Pero los obtusos acabaron por encontrar el contraveneno. Si no había movimiento, no había error posible; toda la táctica consistía en atrincherarse y aguantar mecha. Incluso con superioridad numérica y de pertrechos; mayor razón aún para agazaparse y dejar todo el desgaste al enemigo.
El hecho de que no todas las partidas (soberanamente aburridas) del ajedrez actual entre maestros de máxima categoría concluyan en tablas, se debe sobre todo a la sabia medida de la limitación del tiempo disponible para cada jugador. La obligación de mover pieza sin consumir todo el tiempo del reloj conduce a errores y a derrotas imprevisibles. Pero Rajoy no tiene obligación estricta de mover pieza, y no la mueve. Tampoco tiene limitaciones de tiempo, o en todo caso no las percibe, o no le importan. En sus cuarteles generales ha prendido la idea peregrina de que unas terceras elecciones consecutivas le darían la mayoría absoluta. Tal vez sí, o tal vez no. En cualquier caso, el protocolo establecido para la investidura seguirá siendo el mismo. No habrá ninguna diferencia sustancial entre el palo y la zanahoria ofrecidos a los rivales, y el encargado de seducir a Pedro Sánchez para obligarle a ceder no será el mismo Rajoy, y ni mucho menos a partir de puntos de acuerdo programáticos. Los agentes seductores se llamarán González, Solana, Almunia, Chaves y Zapatero. El cementerio de elefantes, en pleno. Mariano Rajoy no moverá ni un dedo.