sábado, 9 de julio de 2016

SOPHIA


Homenaje a António Lobo Antunes

Ahora que Sophia Loren ha desvelado la punta del secreto que nos ha unido, no me importa añadir alguna información complementaria a lo que ella ha dicho. Declara Sophia en una entrevista que lamenta no haberse casado vestida de blanco; debo añadir que fui yo quien se lo propuso. Le propuse casarse conmigo de blanco, lo pongo con todas las letras para que quede claro. Ella me dijo que no entonces, y seguramente hoy volvería a decirme lo mismo. También dice que nunca le ha gustado volver la vista atrás. A mí tampoco me gusta, de modo que bien están las cosas como están.
Ocurrió hacia 1960, Sophia tenía 26 años, yo diez menos. Ella estaba en España rodando “El Cid” con Charlton Heston. Siempre he odiado a Heston por aquello. Yo solo la había visto una vez en pantalla, en “Pan, amor y…” Me gustó mucho. Ella, quiero decir, no la película. Supe por la prensa que Sophia cumpliría años en septiembre, como yo. Virgos los dos. Teníamos más cosas en común, a los dos nos gustaban las películas de romanos y el pan con mortadela.
– Cásate conmigo – le pedí, impetuoso. Yo siempre he sido así, tímido con ataques repentinos de audacia.
– Pero yo no te quiero, Paquillo – objetó la bella.
– Da lo mismo, es por el gesto en sí. Casarnos, tú de blanco y yo con armadura.
– Che bello! – susurró Sophia, y una lágrima fugaz descendió de sus ojos almendrados.
Pero de todos modos mantuvo la negativa. La boda, de haberse producido, no habría contado con la aprobación de mi familia. Mi tía María Jesús, que dictaba la norma no escrita en estas cuestiones, habría transigido tal vez con la Lollobrigida, pero nunca con la Loren; decía que tenía cara de caballo.
– Sí, María Jesús, pero qué caballo – suspiraba mi padre. Mi padre, de todos modos, tampoco habría aprobado nuestra unión. Insistía mucho, por entonces, en que lo que tenía que hacer yo era dejarme de novias y estudiar mucho para ser un hombre de provecho.
Me temo que nunca he sido un hombre de provecho, pero no estoy seguro porque no me gusta volver la vista atrás, en ningún caso. Dice Sophia que a ella tampoco. Seguimos siendo almas gemelas, por lo menos en eso.