Homenaje a António Lobo Antunes
Ahora que Sophia
Loren ha desvelado la punta del secreto que nos ha unido, no me importa añadir
alguna información complementaria a lo que ella ha dicho. Declara Sophia en una
entrevista que lamenta no haberse casado vestida de blanco; debo añadir que fui
yo quien se lo propuso. Le propuse casarse conmigo de blanco, lo pongo con
todas las letras para que quede claro. Ella me dijo que no entonces, y
seguramente hoy volvería a decirme lo mismo. También dice que nunca le ha
gustado volver la vista atrás. A mí tampoco me gusta, de modo que bien están
las cosas como están.
Ocurrió hacia 1960,
Sophia tenía 26 años, yo diez menos. Ella estaba en España rodando “El Cid” con
Charlton Heston. Siempre he odiado a Heston por aquello. Yo solo la había visto
una vez en pantalla, en “Pan, amor y…” Me gustó mucho. Ella, quiero decir, no
la película. Supe por la prensa que Sophia cumpliría años en septiembre, como
yo. Virgos los dos. Teníamos más cosas en común, a los dos nos gustaban las
películas de romanos y el pan con mortadela.
– Cásate conmigo –
le pedí, impetuoso. Yo siempre he sido así, tímido con ataques repentinos de
audacia.
– Pero yo no te
quiero, Paquillo – objetó la bella.
– Da lo mismo, es
por el gesto en sí. Casarnos, tú de blanco y yo con armadura.
– Che bello! –
susurró Sophia, y una lágrima fugaz descendió de sus ojos almendrados.
Pero de todos modos
mantuvo la negativa. La boda, de haberse producido, no habría contado con la aprobación
de mi familia. Mi tía María Jesús, que dictaba la norma no escrita en estas
cuestiones, habría transigido tal vez con la Lollobrigida, pero nunca con la
Loren; decía que tenía cara de caballo.
– Sí, María Jesús,
pero qué caballo – suspiraba mi padre. Mi padre, de todos modos, tampoco habría
aprobado nuestra unión. Insistía mucho, por entonces, en que lo que tenía que
hacer yo era dejarme de novias y estudiar mucho para ser un hombre de provecho.
Me temo que nunca
he sido un hombre de provecho, pero no estoy seguro porque no me gusta volver
la vista atrás, en ningún caso. Dice Sophia que a ella tampoco. Seguimos siendo
almas gemelas, por lo menos en eso.