miércoles, 13 de julio de 2016

ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICO


Una de las buenas noticias relacionadas con la convocatoria del XI Congreso Confederal de Comisiones Obreras es la posibilidad de llevar allí a debate una reflexión sobre la llamada Economía Social y Solidaria (ESS), y las posibilidades de organización y de representación sindical de este “tercer sector” de la economía. Gabriel Abascal, amigo desde hace muchos años, me ha puesto al tanto del borrador de documento que está elaborando un grupo de trabajo articulado en la Secretaría de Socioeconomía de la CONC.
El documento es importante en sí mismo, y es además un texto rompedor, en el sentido de que trata de cerrar un largo periodo de desconfianza mutua entre el sindicato y el fenómeno del cooperativismo. A veces la desconfianza surge de ambigüedades o de zonas de sombra entre realidades que no solo están conectadas sino que en cierta medida se solapan. El instinto que predomina entonces es la defensa del territorio propio, y cualquier invasión es vista como una agresión. Lo importante, sin embargo, no es la disputa por las prerrogativas sino la cooperación en unos objetivos que claramente se delinean como compatibles y recíprocamente beneficiosos.
No hay que reducir la ESS al movimiento cooperativo, para empezar. La cooperativa es solo una forma, que se puede adoptar con diferentes intenciones; la ESS, una intención que puede desarrollarse a partir de formas distintas. La ESS ocupa un repliegue (un “nicho”, en el sentido que dan a este término los economistas) en el despliegue de formas de la economía capitalista; su importancia deriva, no de sus dimensiones cuantitativas, que son modestas, sino de su carácter de alternativa y de enmienda a la totalidad de un determinado capitalismo sin rostro humano.
Frente a la empresa considerada como mero mecanismo generador de beneficios para el capital invertido, la ESS defiende valores de tipo social, la acumulación y la gestión sostenible de un patrimonio que no es ni particular ni exactamente público en el sentido de “estatal”; pero que sí tiene una connotación claramente pública en tanto que colectiva, local o “comunal”. Este último es el elemento crucial y el que ha generado el interés reciente de los economistas hacia las realidades que llamamos “bienes comunes”. Elinor Ostrom recibió en 2009 el premio Nobel de Economía, compartido, por su defensa de una gobernanza peculiar (no capitalista, no socialista, no estatalista) de ese tipo de bienes que son un patrimonio precioso para pequeñas colectividades locales, comarcales, etc., y cuya gestión, ampliación y conservación se sitúa necesariamente al margen (o en contra) del voraz capitalismo de rapiña globalizado, capaz de destruirlos en décimas de segundo, y al margen también de las tareas del Estado, que por su naturaleza tiende a uniformizar y estandarizar las reivindicaciones sociales y a desatender la biodiversidad reinante bajo su férula.
El sindicalismo se sitúa también en una encrucijada de la realidad social. Su naturaleza es la de un centauro, según una imagen feliz del profesor Umberto Romagnoli; tiene los pies bien asentados en el suelo social, y la cabeza en las esferas institucionales próximas a los aparatos de Estado. Su actuación se desarrolla siempre, tanto en su función social como en la institucional, con una intención reivindicativa y solidaria. Es fácilmente comprensible, entonces, la vocación de pareja de hecho que tienen de un lado el sindicato y de otro la ESS; vocación que comparten, por lo demás, otros movimientos sociales muy próximos y que hasta ahora se han puesto de espaldas unos a otros y han alimentado las críticas recíprocas en lugar de explorar y potenciar sus afinidades.
El próximo Congreso de CCOO, que se define ya como el de la renovación, puede marcar una inflexión importante en estos temas. Se trataría, sobre todo, de no poner puertas al campo y no marcar territorio para trabajarse “exclusivas” que tienen hoy poco significado; y de bajar con decisión los puentes levadizos que las diversas fortalezas de la izquierda tienen al presente rigurosamente alzados, en perjuicio de ellas mismas pero sobre todo de la ciudadanía.