Una de las buenas
noticias relacionadas con la convocatoria del XI Congreso Confederal de
Comisiones Obreras es la posibilidad de llevar allí a debate una reflexión
sobre la llamada Economía Social y Solidaria (ESS), y las posibilidades de
organización y de representación sindical de este “tercer sector” de la
economía. Gabriel Abascal, amigo desde hace muchos años, me ha puesto al tanto del
borrador de documento que está elaborando un grupo de trabajo articulado en la
Secretaría de Socioeconomía de la CONC.
El documento es
importante en sí mismo, y es además un texto rompedor, en el sentido de que trata
de cerrar un largo periodo de desconfianza mutua entre el sindicato y el
fenómeno del cooperativismo. A veces la desconfianza surge de ambigüedades o de
zonas de sombra entre realidades que no solo están conectadas sino que en
cierta medida se solapan. El instinto que predomina entonces es la defensa del
territorio propio, y cualquier invasión es vista como una agresión. Lo
importante, sin embargo, no es la disputa por las prerrogativas sino la cooperación
en unos objetivos que claramente se delinean como compatibles y recíprocamente
beneficiosos.
No hay que reducir
la ESS al movimiento cooperativo, para empezar. La cooperativa es solo una
forma, que se puede adoptar con diferentes intenciones; la ESS, una intención
que puede desarrollarse a partir de formas distintas. La ESS ocupa un repliegue
(un “nicho”, en el sentido que dan a este término los economistas) en el
despliegue de formas de la economía capitalista; su importancia deriva, no de
sus dimensiones cuantitativas, que son modestas, sino de su carácter de
alternativa y de enmienda a la totalidad de un determinado capitalismo sin
rostro humano.
Frente a la empresa
considerada como mero mecanismo generador de beneficios para el capital
invertido, la ESS defiende valores de tipo social, la acumulación y la gestión
sostenible de un patrimonio que no es ni particular ni exactamente público en
el sentido de “estatal”; pero que sí tiene una connotación claramente pública
en tanto que colectiva, local o “comunal”. Este último es el elemento crucial y
el que ha generado el interés reciente de los economistas hacia las realidades
que llamamos “bienes comunes”. Elinor Ostrom recibió en 2009 el premio Nobel de
Economía, compartido, por su defensa de una gobernanza peculiar (no
capitalista, no socialista, no estatalista) de ese tipo de bienes que son un
patrimonio precioso para pequeñas colectividades locales, comarcales, etc., y cuya
gestión, ampliación y conservación se sitúa necesariamente al margen (o en contra) del voraz
capitalismo de rapiña globalizado, capaz de destruirlos en décimas de segundo,
y al margen también de las tareas del Estado, que por su naturaleza tiende a uniformizar
y estandarizar las reivindicaciones sociales y a desatender la biodiversidad
reinante bajo su férula.
El sindicalismo se
sitúa también en una encrucijada de la realidad social. Su naturaleza es la de
un centauro, según una imagen feliz del profesor Umberto Romagnoli; tiene los
pies bien asentados en el suelo social, y la cabeza en las esferas
institucionales próximas a los aparatos de Estado. Su actuación se desarrolla
siempre, tanto en su función social como en la institucional, con una intención
reivindicativa y solidaria. Es fácilmente comprensible, entonces, la vocación de pareja
de hecho que tienen de un lado el sindicato y de otro la ESS; vocación que
comparten, por lo demás, otros movimientos sociales muy próximos y que hasta
ahora se han puesto de espaldas unos a otros y han alimentado las críticas
recíprocas en lugar de explorar y potenciar sus afinidades.
El próximo Congreso
de CCOO, que se define ya como el de la renovación, puede marcar una inflexión importante
en estos temas. Se trataría, sobre todo, de no poner puertas al campo y no
marcar territorio para trabajarse “exclusivas” que tienen hoy poco significado;
y de bajar con decisión los puentes levadizos que las diversas fortalezas de la
izquierda tienen al presente rigurosamente alzados, en perjuicio de ellas
mismas pero sobre todo de la ciudadanía.