Nuestro inefable
periódico global lanza la siguiente encuesta a la población: «¿Merece la pena
cambiar nombres de calles por la Ley de Memoria Histórica?» (1)
En rigor no es
necesaria una respuesta; solo la pregunta genera ya una honda vergüenza. Sabíamos
de antes que no merece la pena el gasto que implica sacar de las cunetas los
huesos de los fusilados del franquismo, que eso son fifiriches de personas
obsesionadas en mirar atrás en lugar de adelante. Claro, tampoco conviene que
miren mucho adelante, el futuro no pinta precisamente de color de rosa. Lo
mejor es que se estén tranquilos en su casa y que disfruten de las briznas de
memoria histórica permitidas por la superioridad y condicionadas a que no
supongan gastos faraónicos (retirada de escudos, insignias, placas y otros
objetos o menciones conmemorativas, detalla elpais; un pastón). Porque en la
tesitura de incurrir en gastos, siempre será mejor que la Memoria Histórica ceda
la prioridad a la Mordaza Histórica, mucho más funcional.
Alguien dijo que
los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla.
Nosotros la estamos repitiendo una y otra vez. No se invierte en democracia, se
invierte en desmemoria, con la intención de que se siga repitiendo la misma
historia cainita. La democracia sigue siendo una gran desconocida en este país.
Aquí se enseña Religión, sí, pero nunca Democracia. Hubo en tiempos mejores una
asignatura denominada Educación para la Ciudadanía; no pararon hasta
cargársela. Todo lo cual contribuye a explicar lo que está pasando ahora; un déficit
agudo de memoria histórica, sumado a un déficit abismal de educación para la
ciudadanía. Así se forman las mayorías silenciosas, y a nadie le cuesta un duro.
Uno de los nombres controvertidos
es el de la calle Caídos de la División Azul. Propongo a elpais otra encuesta
acerca del significado concreto de ese nombre. Pocos españoles habrá que
acierten. Para la mayoría la división azul es algo que podría tener relación
con el fútbol, tal vez con el Celta de Vigo. Para algunos mejor informados, se
trata de una expedición que fue enviada por Franco a luchar contra el
comunismo. Casi nadie sabrá decir al lado de quién lucharon aquellas tropas,
porque esa pequeña brizna de información ha sido cuidadosamente ocultada, desfigurada,
desmemoriada.
Y así, mientras la
señora Aguirre o el señor Margallo se permiten el desahogo de calificar de
nazis a sus oponentes políticos, en el barrio madrileño de Chamartín una calle
sigue ostentando las placas, los escudos y las insignias de los Caídos de la
División Azul. Y tanto Aguirre como Margallo se oponen a que sean retiradas.
Por pura buena voluntad, por evitar un gasto superfluo al Ayuntamiento de
Manuela Carmena.