lunes, 16 de enero de 2017

BENEFICIOS DE LA LECTURA


Una columna en elpais de Ignacio Morgado Bernal nos presenta de forma convincente «Razones científicas para leer más de lo que leemos» (1). Morgado es director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. He aquí una parte de su alegato: «Cuando leemos activamos preferentemente el hemisferio izquierdo del cerebro, que es el del lenguaje y el más dotado de capacidades analíticas en la mayoría de las personas, pero son muchas más las áreas cerebrales de ambos hemisferios que se activan e intervienen en el proceso. Decodificar las letras, las palabras y las frases y convertirlas en sonidos mentales requiere activar amplias áreas de la corteza cerebral. Las cortezas occipital y temporal se activan para ver y reconocer el valor semántico de las palabras, es decir, su significado. La corteza frontal motora se activa cuando evocamos mentalmente los sonidos de las palabras que leemos. Los recuerdos que evoca la interpretación de lo leído activan poderosamente el hipocampo y el lóbulo temporal medial. Las narraciones y los contenidos sentimentales del escrito, sean o no de ficción, activan la amígdala y demás áreas emocionales del cerebro. El razonamiento sobre el contenido y la semántica de lo leído activan la corteza prefrontal y la memoria de trabajo, que es la que utilizamos para resolver problemas, planificar el futuro y tomar decisiones. Está comprobado que la activación regular de esa parte del cerebro fomenta no sólo la capacidad de razonar, sino también, en cierta medida, la inteligencia de las personas.»
Me siento personalmente gratificado por esa descripción. Mis sesos, y en concreto el hemisferio izquierdo, las diferentes cortezas, el hipocampo, la amígdala y el lóbulo temporal medial, deben de tener un aspecto parecido al de los abdominales de Cristiano Ronaldo. Nunca me han hecho falta demasiados estímulos para leer, pero he aquí uno que vale la pena retener: «Un motivo añadido para que los mayores sigan leyendo es la plausible creencia de que no somos verdaderamente viejos hasta que no empezamos a sentir que ya no tenemos nada nuevo que aprender.»
Bien, estoy encantado de no ser “verdaderamente viejo” a un precio tan asequible, pero me queda una pregunta importante: Leer ¿qué?
Yo diría que los contenidos tienen su importancia. Hay lecturas complejas y sencillas, verdaderas y mendaces, provechosas y fútiles, ¿tienen unas y otras el mismo efecto en las circunvoluciones cerebrales? Y dado que sí lo tengan, ¿es indiferente desde el punto de vista científico frecuentar un tipo determinado de lecturas, u otro? El presidente de un gobierno próximo a la galaxia que habitamos es, según constata él mismo con modesto orgullo, un asiduo lector de la prensa deportiva. “Marca”, en concreto. No se le conocen otras aficiones señaladas en sus hábitos diarios de lectura. ¿Es “Marca” un estímulo suficiente para el cerebro, o un indicio de que esa persona empieza ya de alguna manera a sentir que no tiene nada nuevo que aprender? Descontado, por supuesto, el reciente gol en propia puerta de Sergio Ramos.
Nos dice el profesor Morgado que el Gobierno de España “parece tener en ciernes” (sic) un Plan de Fomento de la Lectura, incluido en el llamado Plan 2020 de Acción Cultural. La noticia es magnífica, pero yo, eterno insatisfecho, no dejo de preguntarme por los contenidos.
El detective Pepe Carvalho va a ser resucitado, según noticias también de la prensa, por la pluma de Carlos Zanón. No tengo nada que objetar, advierto. Diría incluso que a Manolo le habría encantado la idea. El viejo Carvalho había sido un lector insaciable en su juventud, y ya en la edad madura se dedicaba de vez en cuando a expurgar su poblada biblioteca por el mismo procedimiento del cura y el barbero de Alonso Quijano; es decir, quemando libros, un proceso no siempre relacionado con las diferentes inquisiciones ni con Fahrenheit 451.
El primero, o uno de los primeros libros que quemó Carvalho en la chimenea de su casa, fue “España como problema”, de don Pedro Laín Entralgo. Carvalho no era un científico, no actuaba en base a un trasfondo cultural testado experimentalmente que guiara sus intuiciones. Seguramente su aportación al presente debate sobre la lectura es enteramente desdeñable. Pero el hecho que estoy señalando figura en un libro; es asimismo lectura. Por esa razón lo reseño. Respecto de las conclusiones pertinentes, allá cada cual.