Una columna en
elpais de Ignacio Morgado Bernal nos presenta de forma convincente «Razones
científicas para leer más de lo que leemos» (1). Morgado es director del
Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona. He aquí una
parte de su alegato: «Cuando leemos activamos preferentemente
el hemisferio izquierdo del cerebro, que es el del lenguaje y el más dotado de
capacidades analíticas en la mayoría de las personas, pero son muchas más las
áreas cerebrales de ambos hemisferios que se activan e intervienen en el
proceso. Decodificar las letras, las palabras y las frases y convertirlas en
sonidos mentales requiere activar amplias áreas de la corteza cerebral. Las
cortezas occipital y temporal se activan para ver y reconocer el valor
semántico de las palabras, es decir, su significado. La corteza frontal motora
se activa cuando evocamos mentalmente los sonidos de las palabras que leemos.
Los recuerdos que evoca la interpretación de lo leído activan poderosamente el
hipocampo y el lóbulo temporal medial. Las narraciones y los contenidos
sentimentales del escrito, sean o no de ficción, activan la amígdala y demás
áreas emocionales del cerebro. El razonamiento sobre el contenido y la
semántica de lo leído activan la corteza prefrontal y la memoria de trabajo,
que es la que utilizamos para resolver problemas, planificar el futuro y tomar
decisiones. Está comprobado que la activación regular de esa parte del cerebro
fomenta no sólo la capacidad de razonar, sino también, en cierta medida, la
inteligencia de las personas.»
Me siento
personalmente gratificado por esa descripción. Mis sesos, y en concreto el
hemisferio izquierdo, las diferentes cortezas, el hipocampo, la amígdala y el
lóbulo temporal medial, deben de tener un aspecto parecido al de los
abdominales de Cristiano Ronaldo. Nunca me han hecho falta demasiados estímulos
para leer, pero he aquí uno que vale la pena retener: «Un
motivo añadido para que los mayores sigan leyendo es la plausible creencia de
que no somos verdaderamente viejos hasta que no empezamos a sentir que ya no
tenemos nada nuevo que aprender.»
Bien, estoy encantado de no ser “verdaderamente viejo” a
un precio tan asequible, pero me queda una pregunta importante: Leer ¿qué?
Yo diría que los contenidos tienen su importancia. Hay
lecturas complejas y sencillas, verdaderas y mendaces, provechosas y fútiles, ¿tienen
unas y otras el mismo efecto en las circunvoluciones cerebrales? Y dado que sí
lo tengan, ¿es indiferente desde el punto de vista científico frecuentar un
tipo determinado de lecturas, u otro? El presidente de un gobierno próximo a la
galaxia que habitamos es, según constata él mismo con modesto orgullo, un
asiduo lector de la prensa deportiva. “Marca”, en concreto. No se le conocen
otras aficiones señaladas en sus hábitos diarios de lectura. ¿Es “Marca” un
estímulo suficiente para el cerebro, o un indicio de que esa persona empieza ya
de alguna manera a sentir que no tiene nada nuevo que aprender? Descontado, por
supuesto, el reciente gol en propia puerta de Sergio Ramos.
Nos dice el profesor Morgado que el Gobierno de España “parece
tener en ciernes” (sic) un Plan de Fomento de la Lectura, incluido en el
llamado Plan 2020 de Acción Cultural. La noticia es magnífica, pero yo, eterno
insatisfecho, no dejo de preguntarme por los contenidos.
El detective Pepe Carvalho va a ser resucitado, según
noticias también de la prensa, por la pluma de Carlos Zanón. No tengo nada que
objetar, advierto. Diría incluso que a Manolo le habría encantado la idea. El
viejo Carvalho había sido un lector insaciable en su juventud, y ya en la edad
madura se dedicaba de vez en cuando a expurgar su poblada biblioteca por el
mismo procedimiento del cura y el barbero de Alonso Quijano; es decir, quemando
libros, un proceso no siempre relacionado con las diferentes inquisiciones ni
con Fahrenheit 451.
El primero, o uno de los primeros libros que quemó
Carvalho en la chimenea de su casa, fue “España como problema”, de don Pedro
Laín Entralgo. Carvalho no era un científico, no actuaba en base a un trasfondo
cultural testado experimentalmente que guiara sus intuiciones. Seguramente su
aportación al presente debate sobre la lectura es enteramente desdeñable. Pero
el hecho que estoy señalando figura en un libro; es asimismo lectura. Por esa
razón lo reseño. Respecto de las conclusiones pertinentes, allá cada cual.