No se ha puesto
todavía en marcha ninguna de las comisiones de investigación parlamentarias
previstas en el acuerdo de gobernabilidad establecido entre PP y Ciudadanos, ni
las consensuadas en el revés de la trama de la “gran coalición oculta” tácitamente
establecida por el PP y el PSOE. Todas ellas sufren retrasos debidos a
distintas causas: la que afecta al comportamiento anómalo del anterior ministro
del Interior está a la espera de que el implicado se recupere de una operación;
las restantes, relacionadas con la percepción de la corrupción, cada vez más
evidente, más extendida y peor calificada desde instancias externas, no quiere activarlas
el gobierno sino de una en una, y con cautela, por si acaso tiene éxito mientras
tanto alguna de sus maniobras judiciales. Ha pedido el PP en un recurso la
nulidad de la causa de la Gürtel: curiosa manera de contrarrestar la imagen deplorable
de todo su sistema de gobierno.
Tampoco hay
rectificación ni enmienda en el caso de la factura de la luz, una herida
sangrante en el corazón de la ciudadanía, un sarcasmo en el momento en el que
se buscan remedios institucionales contra una pobreza energética que mata.
Rajoy ha declarado que hay que esperar a que llueva, y entonces bajará la
factura; el ministro Nadal ha descartado modificar los presupuestos y las
tarifas de la factura misma. Todo se fía a la lotería del tiempo; si llueve,
bajará el montante a pagar, y si no llueve seguirá ascendiendo hasta máximos
dignos de un récord mundial.
El gobierno, a la
defensiva, se atrinchera en sus “éxitos” en la lucha contra el desempleo. No
hay tales éxitos; no hay tal lucha contra el desempleo. El descenso de la cifra
de parados es consecuencia de la mengua del censo laboral, no de la creación de
puestos de trabajo nuevos. Pero el espejismo de la estadística permite al
gobierno del PP, también en este caso, ganar tiempo y dejar para luego, para un
“luego” impreciso y borroso, el momento de la rendición de cuentas a la
sociedad. ¿Quién sabe? Tal vez ese momento no llegue nunca, gracias al buen
hacer de jueces y magistrados amigos de toda la vida y partícipes de algún modo
en las ganancias mancomunadas.
Ganar tiempo. Más
explícito aún: “comprar” tiempo. Es el título de un libro de Wolfgang Streeck,
que analiza el comportamiento del capitalismo financiero en las etapas recientes
de la historia económica del mundo. Pueden leer una reseña magnífica de la obra
en http://pasosalaizquierda.com/?p=2377.
Su autor, Pere Jódar, sintetiza de este modo la tesis principal de Streeck: «La
liberalización del mercado se debe, en parte, a las iniciativas destinadas a
“comprar tiempo” para aplazar el problema de la difícil relación entre
capitalismo y democracia. Una transacción que no se realiza con dinero, sino
mediante regulaciones destinadas a expandir la mercantilización, la
globalización y la financiarización. En este proceso evolutivo cada crisis
superada es solo el preludio de una nueva crisis.»
Uno de mis vicios más enojosos es establecer asociaciones
de ideas que afectan a estructuras o situaciones que no tienen nada que ver
entre ellas. Es el caso del gobierno del señor Rajoy y los mercados
financieros. Con todo, me parece observar una homología, tal vez solo como
hipótesis pendiente de confirmación ulterior. Yo diría que el PP se mueve al mismo
compás de los mercados, y que a su vez los mercados financieros tienden a dar
largas a los problemas de un modo parecido a como lo hace el PP. La clave que pondría
en relación las dos “compras de tiempo” sería la que enuncia Streeck en el
párrafo citado: la incompatibilidad creciente entre capitalismo y democracia.
Conviene, sobre todo, tener muy presente la conclusión de
la cita: «Cada crisis superada es solo el preludio de una nueva crisis.»