Antonio Caño y
Pablo Ordaz han entrevistado al papa Francisco y publican la conversación en
elpais. La lectura merece la pena. Yo creo que tanto para quienes, como yo, nos
sentimos unidos a Gabaglio por una corriente de simpatía humana y también de
compasión sincera (a pocos nos apetecería estar en su lugar), como para quienes
sienten resabios invencibles en relación con la institución que dirige.
Se trata de un papa
que, para empezar, confiesa haber dado “patinazos” en el desempeño del cargo.
Eso lo humaniza. Sus dos antecesores fueron más bien del bando de los
defensores de la infalibilidad. Y se les notaba. La Iglesia tarda en promedio cuatrocientos
años en reconocer un error, y cuando lo hace da la sensación de que el
reconocimiento es una virtud suya añadida, y no un borrón denunciado y criticado
abundantemente desde otros puntos de vista racionales, científicos y filosóficos. Solo ha habido otro cargo
(en tiempos pretéritos) con una infalibilidad incorporada comparable – en
algunos casos incluso superior – a la del papa: fue el del secretario general de un
partido comunista, de cualquiera de ellos. El aura profética de los conducatores quebró con el
fiasco de Mijail Gorbachov, y desde entonces los secretarios generales de los partidos
comunistas residuales no son nadie, e incluso es de temer que, como en la letra
de la conocida ranchera, se den en la intimidad “a la borrachera y a la perdisión”.
Volvamos al papa
Francisco. De la jugosa entrevista voy a limitarme a resaltar, en contrapunto, solo
cuatro pasajes. Incluyo en este momento un spoiler:
el más importante de los cuatro es el último.
1. El arte de la larga cambiada. «Pregunta: ¿Qué le llega de España? ¿Qué le llega en
cuanto a la recepción que en España tiene su mensaje, su misión, su trabajo…? Respuesta:
Hoy de España me acaban de llegar unos polvorones y un turrón de Jijona que los
tengo ahí para convidar a los muchachos.»
Sin comentarios.
2. Los populismos. Gabaglio es del país de Perón, y del
subcontinente de Maduro. Y dice: «Es una palabra equívoca
porque en América Latina el populismo tiene otro significado. Allí significa el
protagonismo de los pueblos, por ejemplo los movimientos populares. Se
organizan entre ellos… es otra cosa. Cuando oía populismo acá no entendía
mucho, me perdía hasta que me di cuenta de que eran significados distintos
según los lugares.»
Comentario: la hiperinflación de los significados de
algunos vocablos tiene estas cosas, que con ellos se pretende (des)calificar
cosas que no tienen nada que ver entre ellas pero entre las que se supone la
existencia de un máximo común divisor, inapreciable en la realidad. La regla
higiénica de dar a cada cosa un nombre y tener un nombre para cada cosa aportaría
claridad en esta época en que a la mentira se la llama posverdad.
3.
La teología de la liberación. «… Fue una cosa positiva en
América Latina. Fue condenada por el Vaticano la parte que optó por el análisis
marxista de la realidad. El cardenal Ratzinger hizo dos instrucciones cuando
era prefecto de la Doctrina de la Fe. Una muy clara sobre el análisis marxista
de la realidad. Y la segunda retomando aspectos positivos. La teología de la
liberación tuvo aspectos positivos y también tuvo desviaciones, sobre todo en
la parte del análisis marxista de la realidad.»
Comentario: una teología de la liberación (intramundana)
desconectada del análisis marxista de la realidad es algo difícilmente
concebible. En este punto la respuesta de Gabaglio es otra de sus
características largas cambiadas, pero curiosamente viene a corroborar algo que
él mismo había dicho antes, al referirse a la necesidad de ser concreto y no
refugiarse en las “cuevas ideológicas”. Así es como las define, y es una
definición muy certera: «Uno siempre está más cómodo en el sistema ideológico
que se armó, porque es abstracto.» Puede aplicarse el cuento a sí mismo.
4.
El clericalismo es pecado. «El anestesiado no tiene contacto con
la gente. Está defendido de la realidad. Y hoy día hay tantas maneras de
anestesiarse de la vida cotidiana, ¿no? Y quizás la enfermedad más peligrosa
que puede tener un pastor proviene de la anestesia, y es el clericalismo. Yo
acá y la gente allá. ¡Vos sos pastor de esa gente! Si vos no cuidás de esa
gente, y te dejás cuidar de esa gente, cerrá la puerta y jubílate.»
Comentario: este es el núcleo del mal: “yo acá y la gente
allá”. Y sería pueril pensar que el clericalismo es una enfermedad exclusiva de
los eclesiásticos. El papa Francisco ha detectado el síntoma maléfico en su propio
rebaño, porque es una persona que tiene la virtud de la concreción y de la
sinceridad; pero clérigos los hay en todas las organizaciones. Y son los
eternamente interesados en poner palos en las ruedas de cualquier intento de
cambio. Barra libre: cada cual ponga los ejemplos que prefiera. Hay donde
elegir.