Puesta en la
tesitura de preparar las condiciones idóneas para un Congreso que se anuncia borrascoso,
la gestora del PSOE ha dado dos pasos significativos de sus intenciones: el
primero es el patrocinio indisimulado de una “cena estratégica” cuyos
comensales han sido José Luis Rodríguez Zapatero, Susana Díaz y Ximo Puig. La
conjunción tuvo lugar “en un céntrico hotel madrileño”, según fuentes
periodísticas, y las partes interesadas han coincidido en restarle importancia
(es normal que los dos principales barones, andaluza y valenciano, y el último
presidente de Gobierno socialista, leonés, cenen juntos en Madrid y en fechas,
como se sabe, festivas y de distensión. Las fuentes no precisan quién pagó el
convite, pero Sherlock Holmes definiría la deducción como “elemental”.) El
segundo paso ha sido la enésima llamada de atención al PSC, en este caso acerca
de sus posibles alianzas electorales en Catalunya, en particular con el
conglomerado de izquierdas plurales cuya cabeza más visible es la alcaldesa de
Barcelona Ada Colau. El portavoz de la gestora Mario Jiménez ha señalado que el
PSC es la “marca” del PSOE en Catalunya, y por el PSOE solo puede decidir el
PSOE. Centralismo no democrático, desde el momento en que el PSOE es ahora
mismo un puñado de gestores encerrados sin luz ni taquígrafos en una
dependencia de Ferraz.
Si, a guisa de
experimento, ponemos en relación entre sí los dos movimientos tácticos de la
gestora, y añadimos a ambos los globos sonda que van apareciendo protagonizados
por Madina y por Patxi López para una posible bicefalia, la conclusión (meramente
provisional) es que la gestora del partido se encamina con paso firme al mismo
caladero de votos ya casi esquilmado al que se ha recurrido en todas las anteriores
consultas: recentralización más que centralidad, recurso retórico a las hoy
casi inexistentes “clases medias bien pensantes”, desconfianza en relación con
el socio catalán, exorcismo a todo lo que huela a izquierda radical, e
insistencia en la unanimidad, más que unidad, de España. Algo que vendría a
confirmar la paciente labor de Antonio Hernando en funciones de rosa de
Alejandría: desplantes al PP cuando calienta el sol, y enjuagues diversos con
el PP cuando renacen las sombras.
Cada cual es libre
de hacer de su capa un sayo, pero todo este entramado tiene el aspecto de un brindis
al sol sin ninguna consistencia. El próximo congreso podría convertirse en un
marramiau de pronóstico, o bien, y la alternativa es peor, nacer ya difunto. Hará
bien la gestora en tomar nota de que los sondeos presentes indican un ascenso en
las expectativas del PP gobernante y nuevos declives en la ya muy mermada intención
de voto al primer partido – por el momento – de la oposición. De que la sufrida
militancia va a afrontar el congreso, y las primarias consiguientes en el caso
no del todo confirmado de que se mantengan, con una disposición reivindicativa y
aguerrida. Y, en conclusión, de que la consigna guerrista clásica de que quien
se mueva no sale en la foto ha quedado enteramente démodée, desde el momento en que ya no hay foto en la que salir.