sábado, 21 de enero de 2017

ESCRIBO LO QUE PIENSO (ES UN DECIR)


Lo digo yo, pero son palabras casi textuales de un verso de Blas de Otero; él dice, «publico lo que pienso». El poema en el que aparece ese verso se titula “Ergo sum”. Empieza así: «A los 52 años…» Como nació en Bilbao en 1916, las matemáticas indican que el poema fue escrito en 1968. Para entonces yo había leído de él dos poemarios, “Ángel fieramente humano” y “Redoble de conciencia”, reunidos en un pequeño volumen de bolsillo comprado de ocasión en un puesto de la cuesta de Moyano. Debió de ser por ese año cuando puse el librillo (y otros más) en manos de mi primo Ricardo, que se iba ese verano a pasar las vacaciones al pueblo y quería leer mucho y escribir poesía. No me lo ha devuelto nunca, pero sí ha escrito poesía y otras cosas.
No es que me importe haberme quedado sin él, creo en la vocación de itinerancia de los libros y en la tesis del cartero de Neruda, que afirmaba la pertenencia de la poesía, no a su autor, sino a quien la necesita. A fin de cuentas, lo que interesa de verdad se recuerda, y si la memoria falla siempre puede conseguirse otro volumen, o recurrir a google.
A los 52 años, en 1968, Blas de Otero había regresado a Madrid después de una estancia de cuatro años en Cuba. Tenía que tratarse un cáncer de pulmón. Padecía depresiones cíclicas. Estaba vigilado por la policía franquista, y maniatado por la censura. Apunta en el mismo poema: «Escribo y no escarmiento, y me dedico exclusivamente a pasear, a leer, a trasladar maletas de un país a otro, y a conspirar. (Esto lo digo para confundir a la policía).»
A los 72 años, yo sigo pensando lo mismo que Blas de Otero a los 52, con la única diferencia de que le copio un poco y lo digo menos bonito. (Esta frase copia otro verso del poema; pongan 52 años en lugar de 72, y Carlos Marx en lugar de Blas de Otero. El cual presume de copiar a Marx pero decirlo más bonito, cosa que por mi parte no puedo pretender.)
Y a la hora de hacer un recuento provisional de la andadura templada de mi blog, algo más de tres años ya, sin contar los prolegómenos al calorcillo protector de “Metiendo bulla”, recurro de nuevo con gusto a las palabras del poeta: «Escribo como un autómata, corrijo como un robot, y publico lo que pienso (es un decir).» A lo que él y yo añadimos de consuno: «Y me dedico fundamentalmente a silbar, a deambular y a pensar que existo puesto que pienso que existo.»