Lo digo yo, pero son
palabras casi textuales de un verso de Blas de Otero; él dice, «publico lo que pienso». El poema en el que aparece ese verso se
titula “Ergo sum”. Empieza así: «A los 52 años…» Como nació en Bilbao en 1916, las
matemáticas indican que el poema fue escrito en 1968. Para entonces yo había
leído de él dos poemarios, “Ángel fieramente humano” y “Redoble de conciencia”,
reunidos en un pequeño volumen de bolsillo comprado de ocasión en un puesto de
la cuesta de Moyano. Debió de ser por ese año cuando puse el librillo (y otros
más) en manos de mi primo Ricardo, que se iba ese verano a pasar las vacaciones
al pueblo y quería leer mucho y escribir poesía. No me lo ha devuelto nunca,
pero sí ha escrito poesía y otras cosas.
No es que me
importe haberme quedado sin él, creo en la vocación de itinerancia de los
libros y en la tesis del cartero de Neruda, que afirmaba la pertenencia de la
poesía, no a su autor, sino a quien la necesita. A fin de cuentas, lo que
interesa de verdad se recuerda, y si la memoria falla siempre puede conseguirse
otro volumen, o recurrir a google.
A los 52 años, en 1968,
Blas de Otero había regresado a Madrid después de una estancia de cuatro años
en Cuba. Tenía que tratarse un cáncer de pulmón. Padecía depresiones cíclicas. Estaba
vigilado por la policía franquista, y maniatado por la censura. Apunta en el
mismo poema: «Escribo y no escarmiento, y me dedico exclusivamente a pasear, a
leer, a trasladar maletas de un país a otro, y a conspirar. (Esto lo digo para
confundir a la policía).»
A los 72 años, yo
sigo pensando lo mismo que Blas de Otero a los 52, con la única diferencia de
que le copio un poco y lo digo menos bonito. (Esta frase copia otro verso del
poema; pongan 52 años en lugar de 72, y Carlos Marx en lugar de Blas de Otero.
El cual presume de copiar a Marx pero decirlo más bonito, cosa que por mi parte
no puedo pretender.)
Y a la hora de
hacer un recuento provisional de la andadura templada de mi blog, algo más de tres
años ya, sin contar los prolegómenos al calorcillo protector de “Metiendo bulla”,
recurro de nuevo con gusto a las palabras del poeta: «Escribo como un autómata,
corrijo como un robot, y publico lo que pienso (es un decir).» A lo que él y yo
añadimos de consuno: «Y me dedico fundamentalmente a silbar, a deambular y a
pensar que existo puesto que pienso que existo.»