Es inverosímil que
nadie más lo recuerde, pero yo leí de niño unas historietas sobre dos gemelos
terribles, cuyo título era “La tormenta y el ciclón, o hazañas de Tin y Ton”.
Mis tías Lecea extrajeron con ceremonia casi religiosa, entre otros cientos de cosas
que atesoraban en unos fondos de armario inagotables que para nosotros los
sobrinos eran legendarios, unas colecciones encuadernadas de un tebeo (entonces
aún no se les llamaba cómics) llamado “Pinocho”. Allí estaban la tormenta y el
ciclón. Muchos años después me había de enterar de que se trataba de la
traducción de una tira cómica americana de inicios del siglo XX, cuyo título original era The Katzenjammer Kids (luego, The Captain and the Kids).
Hoy la tormenta se
llama Theresa May, y el ciclón Donald Trump. Se están insinuando ambos como
pareja de hecho capaz de montar un ataque combinado devastador contra
instituciones que creíamos sólidas: Europa unida, el euro.
Antes actuaron del mismo
modo Thatcher y Reagan. La historia podría repetirse. Las circunstancias no son
las mismas, es improbable que los nuevos cuenten en su aventura con el viento
favorable de tantos intelectuales, economistas y “expertos” en ciencias sociales de toda
laya como montaron la gran plataforma especulativa del neoliberalismo
financiero. Pero de ninguna forma cabe menospreciar la preparación artillera
que ambos están empezando a emplazar. Marine Le Pen ya ha dado albricias por la buena
nueva; Netanyahu se apresura a programar una multiplicación de los asentamientos
judíos en territorio palestino, antes de que se cierre la ventana de
oportunidad abierta; y en la FAES del tercer hombre de las Azores, vuelve a
haber síntomas de vida en aquello que creíamos amortizado. Así lo advierte con
oportunidad un veterano maestro en la lectura de los signos de los tiempos (Ver
“Aznar, ese lúgubre reincidente”, en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2017/01/aznar-ese-lugubre-reincidente.html).
La situación es mala, y puede ir a
peor; la ultraderecha renace, y la frágil arquitectura de unas instituciones
vaciadas desde tiempo atrás por la incuria, la erosión del tiempo y las
mordidas de la corrupción, no parece freno suficiente para tantos bandoleros y
salteadores como acechan emboscados en los vericuetos menos frecuentados de la
democracia representativa.
Si el “populismo”
entendido al modo de los tertulianos al uso es el mal, otro populismo, el de
la respuesta directa del pueblo, debe ser el remedio. En la línea de la Women’s March, con la gente en la calle
diciendo “Nope”. Con todos los altavoces de la sociedad de la información a
tope. De nuevo ha llegado la hora de pasearnos a cuerpo, para defender de forma consecuente lo que
conquistamos alguna vez.