«A
mí cuando me preguntan “¿te vas a presentar a la Generalitat, al Estado?”, les
digo que eso es vieja política, que no traten al municipalismo como si fuera
algo menor. En el mainstream
sí, mira los programas de prime time:
nadie habla de política municipal, todo es estatal. Absolutamente todo y, a
veces, de bajísimo nivel.»
Son palabras de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, en
la entrevista que Soledad Gallego-Díaz y Guillem Martínez le hicieron para
CTXT.
En otras palabras: no es solo que en el mainstream se
considere la política de estado como la “única” política de la que vale la pena
preocuparse; es que además, el nivel de esa política suele ser bajísimo. Lo
dice Colau, pero además la constatación es fácil: las recetas políticas del PP
se basan en una apelación pedestre al “sentido común” y en el no muy cuidadoso
barrido de la porquería generada para ocultarla debajo de cualquier alfombra;
las del PSOE, en la grandilocuencia para tapar la necesidad penosa de optar
entre el seguidismo y el desconcierto; la aparición de Podemos no ha elevado en
absoluto el nivel de las propuestas, bien porque desea reservar su estrategia o
bien porque no la tiene; y Ciudadanos ha rebajado aún más, si cabe, el nivel del
debate al ofrecerse para lo que haga falta como comodín de conveniencia del
poder fáctico fundamental.
Donde las cosas están cambiando de verdad es en los ámbitos
que, por tener un rango oficial inferior al del estado, son desdeñados desde la
óptica de una gran política totalizadora: fundamentalmente, en las grandes
ciudades. Nadie aprecia demasiado esos cambios y sin embargo, como recuerda
Colau en la entrevista aludida, el 80% de los ciudadanos viven en las áreas
metropolitanas de las grandes ciudades, y es allí donde se concentran los
problemas principales de la política: el trabajo, la vivienda, la salud, el
medio ambiente, la educación.
La idea de que es necesario ocupar el podio del estado
para desde allí hacerse cargo con solvencia de los problemas etiquetados como “menores”,
es tan solo un resabio de la vieja política, el más pertinaz y el más
peligroso. El PSOE se ha lanzado a arrebatar a los agentes sociales la
negociación con el gobierno sobre las subidas salariales, la situación de las
pensiones y la renta mínima de inserción. Ha sido un error grave porque ha
taponado desde arriba, en nombre de una visión de estado, lo que se está pugnando
por consensuar y consolidar desde abajo. Un ejercicio de sustitución de los
protagonismos naturales, un mal servicio a la ciudadanía a la que el PSOE
pretende representar, pero sin contar con ella.
Tómenlo como un axioma o simplemente como una conjetura:
el Cambio con mayúsculas se concretará a partir de pequeños cambios acumulados
en la vida de todos los días; y en consecuencia, va a llegar primero a la
sociedad que al gobierno. Nunca sucederá a la inversa; o no de una manera
estable y positiva. Es más fácil, en ese sentido, que aparezca un Trump por el
camino y rompa la baraja.