viernes, 5 de mayo de 2017

EL JUEGO Y EL AUTO SACRAMENTAL


El forcejeo frenético entre las dos formaciones principales de la izquierda española, PSOE y Podemos, ha inspirado a José Luis López Bulla un texto importante, “El cainismo de las izquierdas”. Con gusto citaría aquí alguno de los párrafos centrales de su razonamiento, pero no me veo capaz de elegir entre uno u otro, todos me parecen igualmente necesarios. De modo que, por si alguno no conoce aún el camino para llegar hasta él, lo dejo aquí indicado:
A modo de comentario colateral, añadiré aún un par de cosas.
Esta situación no se había dado antes en la izquierda porque antes la izquierda no era así. Los viejos partidos se caracterizaban por un centralismo riguroso y por un sectarismo a flor de piel. El cemento de la ideología unificaba el discurso propio de cada opción, independientemente de sus apoyos reales, y cada disentimiento interno se convertía rápidamente en una traición. Había una seriedad infinita en el reclamo al fiel seguimiento de la “línea”. Las “líneas” eran tantas como los partidos en presencia. El nacimiento de una “línea” distinta precipitaba sin remedio una escisión. Por eso decía Luciano Lama (certera la cita de Bulla) que el enfrentamiento se teoriza, y en cambio la unidad se abre paso solo cuando se dejan a un lado las teologías, las variantes ideológicas al uso.
Como vivimos en tiempos de posmodernidad, y los partidos ya no son estructuras pesadas sino ligeras, meras plataformas electorales, el esquema anterior ya no es utilizable. Ahora se persiguen las preferencias del electorado detectadas por medio de sondeos sofisticados; y esas preferencias, ay, varían de un día para otro, oscilan al compás de la actualidad inmediata movidas por impulsos pasionales – indignaciones – de recorrido muy corto. El papel de los medios es decisivo para conformar una opinión nueva al hilo de cada nuevo telediario. Un desahucio traumático, un caso sangriento de violencia de género, la muerte de una anciana como consecuencia de la pobreza energética, un atentado terrorista en un aeropuerto, van reconfigurando día a día la lista de prioridades que los partidos recalientan en la cocina apresuradamente y ofrecen a los votantes. Nadie se detiene a elaborar políticas a medio y largo plazo; y cuando a pesar de todo las hay, se ocultan detrás del reclamo inmediatista a la impresión más reciente de la audiencia según el último noticiario de las cadenas de televisión.
No hay entonces tanto un enfrentamiento en la izquierda (lo que se propone es más o menos lo mismo) sino un forcejeo por ocupar el primer plano. La iniciativa de Podemos al proponer una moción de censura en el momento neurálgico en el que se conocen los mensajes cruzados por los protagonistas de una de tantas tramas corruptas, obedece a la intención de ocupar el centro del tablero. La respuesta de Javier Fernández a la proposición de Iglesias se sitúa en la misma sintonía, cuando le acusa de “hacer de la política un juego de apariencias”, y señala que la moción “busca desviar el foco de la atención”.
He leído en un artículo reciente de Josep Ramoneda un eco de la primera acusación. Dice Ramoneda que Podemos “juega a la política, más que hacer política”. El reproche es justo. Es, por otra parte, lo que puede esperarse de una formación dirigida a seducir antes que a resolver. Siempre me ha parecido que la fuerza principal de Podemos está en las confluencias en los niveles locales, donde se pisa el terreno de la unidad haciendo cosas en común, tal como proponía Lama; y que su mayor debilidad está en la dirección nacional, en la que ni Pablo, ni Íñigo, ni Tania, ni Irene, etc., han conseguido que les tomemos en serio.
La segunda acusación de Fernández a Iglesias tiene todo el aire de un lapsus freudiano. Desviar el foco de atención, ¿de qué? La respuesta más lógica me parece la siguiente: el PSOE necesita centrar la atención de los medios en el proceso de primarias, un duelo-espectáculo en el OK Ferraz para el que ya se han asignado los papeles estelares de la buena, el feo y el malo. La corrupción puede esperar, el debate de los presupuestos también. Hasta el día 21 todo el partido oficia el trance con la escenografía alambicada de un auto sacramental, que por lo demás tiene un aire irresistible de déjà vu. Es «La persecución y muerte de Pedro Sánchez Castejón tal y como fue representada en la sede de Ferraz bajo la dirección del Marqués de Zapatero».
Esta función teatrera, por mucha solemnidad y charanga que se le ponga, es en definitiva otro “juego de apariencias”, tanto por lo menos como la moción podemita. La realidad apremiante, los problemas urgentes, las cosas que importan de verdad, están ahí esperando que los líderes políticos ensimismados abran las ventanas y miren hacia fuera.