Parece que
habrá moción de censura el próximo martes 13 de junio, festividad de San
Antonio de Padua. A don Mariano Rajoy le ha parecido muy gracioso que caiga en
martes y trece, una muestra de fino humor por parte de la presidenta de las
Cortes, la también popular Ana Pastor.
Tiene varios frentes
abiertos nuestro presidente. En todos ellos está bregando con no demasiado ímpetu pero sí en cambio con perseverancia, desde la enorme fuerza que
es capaz de extraer de la inercia del poder. O tal vez sea más exacto decir, de
un poder inerte. Sin pulso. Con encefalograma plano.
El juicio sobre la
caja B de su partido, lo atenderá por videoconferencia desde su despacho en
Moncloa. La comisión parlamentaria sobre la corrupción, la inaugurará con su
presencia y de inmediato seguirá animando blandamente a sus íntimos (por lo
menos, a los que aún no tienen casos judiciales abiertos) para que la torpedeen a
destajo. Ha colocado al frente de la oficina anticorrupción a Manuel Cobo, que
fue segundo de Gallardón cuando este era alcalde de Madrid, y que tendrá muchas
cuestiones que aclarar ante la justicia por la gestión del Canal de Isabel II.
Eso, díganme si no, también es una muestra de fino humor.
En tercer lugar está
la necesidad de derogar el llamado “impuesto al sol”, bello recurso extractor de rentas inspirado desde los
consejos de administración de las eléctricas. Europa no traga, el Tribunal de
La Haya ha fallado en contra e impuesto multas que pueden ir creciendo en
proporción geométrica. Algo había que hacer, y Rajoy lo ha hecho: ha cerrado la
puerta y colgado el letrero de “No Molesten”. Estamos sin política energética y
con las tarifas a los consumidores en cifras de récord. Los presupuestos del
Estado no contemplan nada en esta dirección; ni siquiera una partida extraordinaria
para el pago de las multas. Por cierto, el partido del gobierno ha vetado
tropecientas enmiendas opositoras a los presupuestos por desbordar las
restricciones en el gasto.
Y entonces aparece
la moción de censura, promovida por el Coleta, ese chico tan descarado. A
Mariano no le molesta que lo insulten, le basta con poner cara de palo, no escuchar,
y elucubrar para sus adentros si en la final jugará Isco o Bale. Lo que le
descompone son los turnos de réplica. Tener que hablar de lo que hará sobre
esto y sobre lo otro, cuando lo cierto es que no hará nada, ni le apetece hacer
nada, ni le apetece tampoco explicarlo con esas frases desafortunadas que se le
enredan en la boca como las cerezas y acaban en bucle.
De modo que he aquí
la solución: si se ha de hacer una moción de censura, que se haga, pero él no
va a estar. Una vez más, colgará de la puerta cerrada el letrero “No Molesten”.
Nadie diga que no se puede hacer: ya lo hizo en la última (o penúltima, no me
acuerdo bien) campaña electoral.
En su despacho
cerrado con dos vueltas de llave, arrellanado en la poltrona y con el plasma enchufado
pero desentendido del debate en directo, recibirá un mensaje de uachap de su
compi Angela Merkel, la única en el desagradecido mundo de la política que lo
comprende.
«You Elephant Skin,
Mariano.»
“Mierda, tendré que
esperar a que vuelva Moragas de las Cortes para que me lo traduzca”, se dirá el
Menda Delenda, confuso ante el jeroglífico.