Manuel Moix, fiscal
anticorrupción nombrado entre mil por el poder judicial independiente de la
nación, había sido reprobado ya (sin consecuencias perceptibles) por el
parlamento antes de conocerse que, además de amigo personal del preso Ignacio
González cuya suerte última está pendiente de definir por los tribunales, es
propietario al 25% – con sus tres hermanos Margarita, José María y Pilar – de la
empresa radicada en Panamá cuyo nombre figura como encabezamiento de esta
página.
Manuel Moix,
elegido entre mil para el cargo de fiscal anticorrupción, no ve nada malo en
esa propiedad, a pesar de no haberla hecho constar en ningún momento ante el
órgano de inspección interno. La suya ha sido sin duda una omisión inocente.
La empresa offshore Duchesse Financial Overseas fue
constituida en 1988 por los padres de Manuel Moix. Sus activos se concretan en la
propiedad de un chalé de tres plantas en Collado Villalba. El chalé, edificado sobre
un terreno de 4.629 metros cuadrados también incluido en la propiedad, cuenta con seis dormitorios, cinco baños,
dos salones, una bodega de 60 metros cuadrados y una piscina cubierta
independiente. Los hermanos Moix la heredaron al fallecer su padre en 2012.
“Es ético que los
hijos hereden de los padres”, se ha justificado el flamante azote de los
corruptos de la nación. Cierto, pero es lo único ético en este fastidioso
asunto. Porque los propietarios reales y hasta ahora ocultos de esa fastuosa
propiedad tienen deberes con la hacienda pública que han soslayado mediante la
radicación clandestina de sus bienes en un paraíso fiscal.
El asunto no parece
haber quitado el sueño a los superiores jerárquicos de Manuel Moix. El fiscal
general del Estado, José Manuel Maza, ha considerado que se trata de una “cuestión
personal” que no afecta a la institución; el dinámico ministro de Justicia Rafael
Catalá ha declarado no saber nada del asunto pero estar dispuesto a comparecer
donde se le pida para dar las explicaciones pertinentes (las cuales, si lo
hemos entendido bien, se reducirán a decir que no sabe nada del asunto); y el
jefe del gobierno, Mariano Rajoy, ha contestado con un escueto “Sí” a las
preguntas de la prensa canallesca sobre si mantiene su confianza en el fiscal
anticorrupción parlamentariamente reprobado y sospechoso de evasión fiscal.
Vivimos en este
país una pesadilla de la razón, que engendra una sucesión inacabable de monstruos. Solo
nos queda la esperanza de que, cuando despertemos por fin, los monstruos no
sigan ahí.