viernes, 19 de mayo de 2017

PRIMA AL RIESGO SIN RIESGO


No es una errata, lo han leído bien. Es consenso común entre los economistas la teorización de que el sistema capitalista funciona de modo tal que la recompensa a la fuerza de trabajo se establece a partir de una evaluación técnica del alcance de su prestación; pero en cambio la recompensa al capitalista es mayor, porque se incluye en ella una compensación variable por el riesgo asumido al colocar en el mercado su patrimonio.
Ocurre que no es así, o por lo menos no es así en todos los casos. Lo explica en una tribuna de elpais el profesor Carlos Sebastián (1), con un título acuñado por Max Weber, “Capitalismo políticamente garantizado”, que demuestra que el invento dista mucho de ser reciente.
Es el caso de Abertis, empresa que construyó la autopista AP-7 y que ahora debe ser indemnizada con dineros públicos porque el tráfico ha resultado ser menor que el previsto inicialmente. Así figura en el contrato suscrito, no por ningún contubernio Gürtel o Púnica o Lezo, sino por el anterior jefe del gobierno, señor Rodríguez Zapatero. Es decir, que el Estado ha ofrecido a la segunda parte contratante la prima debida, según la teoría, al capital por el riesgo asumido, pero sin que exista asunción de ningún riesgo. A cosica hecha. Salgan o no salgan los números, tú recibes tu parte acordada de beneficio. Si no alcanzan a pagar esa parte los usuarios, lo harán los contribuyentes.
El asunto, medita el profesor Sebastián, puede tener algo que ver con el carrusel de las puertas giratorias, pero no se explica enteramente desde esa perspectiva. Lo que subyace detrás de tales asuntos es la sólida instalación de una estructura clientelar pública-privada muy extendida, que rebasa en mucho el círculo de influencia de las empresas del Ibex en cuyos consejos de administración figuran políticos relevantes.
Se trata de un fenómeno de parasitismo del capital, que se remunera a sí mismo con dineros públicos por prestaciones conseguidas mediante tratos de favor con las administraciones. Sus consecuencias en la competencia y la eficiencia de la economía nacional son muy graves, por más que el cálculo exacto resulte difícil de concretar. El profesor Sebastián lo expresa así, literalmente: «La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia estima que las malas prácticas en la contratación pública generan un sobrecoste del 25% (un 4,7% del PIB), pero el coste real puede ser mayor por sus efectos sobre la eficiencia productiva.»