Con doce recitales públicos
en el mes de mayo se despide Raimon de los recitales públicos. Estuvimos Carmen
y yo en el segundo piso del Palau, para asistir al primero de ellos. No había
asientos vacíos. Nunca hemos dejado de arropar como público a Raimon, porque
tampoco él ha faltado nunca a la cita con nosotros. Es un caso notable de
fidelidad mutua a lo largo de la trayectoria imaginada de una vida, la de la
generación a la que él y nosotros pertenecemos.
Anunció de entrada
que iba a cantar 36 canciones. Y las cantó, sin más que una breve pausa después
de la número 30. Su arranque fue ya un programa, una exposición de motivos: “Entre
la nota i el so, / amb la paraula cantada, / el gruix de tot el meu viure / vos
intente donar cada vegada.”
Y a continuación nos trasladó, nota a nota, todo el
grosor de su vida, con la palabra cantada. Una vez más. Como cada vez, cada vegada.
No faltó la presencia discreta de Annalisa, nunca citada
por su nombre, en L’unica seguretat, en
Com un puny (único golpe de efecto en
todo el recital; al final de la canción se apagaron todas las luces del
escenario salvo un foco dirigido a aquella mano que se cerraba lentamente en un
puño) o en la encantadora Napolitana per
tu, que muchos escuchamos por primera vez.
Cantó Raimon, a lo largo de la noche, a la noche, al
agua, a la piedra, al mar, al viento, a la paz, a los orígenes. Atacó muchas
canciones íntimas, reflexivas, y volvió a vibrar con las vivencias sociales que
nos siguen reclamando: lo que hem vist,
todo aquello que jo sent junt amb altres.
Gritó Diguem no!, muy fuerte.
Y cantó también a “sus” poetas, Espriu el primero, y con
él los viejos maestros de la lengua, Ausiàs, Timoneda, Turmeda, Roís de Corella.
Y la “Amanda” de Víctor Jara, el compañero chileno siempre vivo aún para nosotros.
Se detuvo Raimon solo un par de minutos, después de cantar Com un puny. Volvió luego con sus cuatro
músicos al escenario, aferró la guitarra y cantó seis “propinas”: Veles e vents, He mirat aquesta terra, Jo
vinc d’un silenci, Diguem No, D’un temps d’un país y Al vent.
Después de Al vent,
la canción con la que empezó todo, se encendieron las luces y acabó la
magia sobre el escenario, pero seguimos aplaudiendo. Aquello no fue propiamente una
despedida; lo que venía a decirnos Raimon es que sigue ahí, para lo que haga
falta. Así lo entendí yo, así lo entendimos todos.