sábado, 6 de mayo de 2017

RAIMON, UNA VEGADA MÉS


Con doce recitales públicos en el mes de mayo se despide Raimon de los recitales públicos. Estuvimos Carmen y yo en el segundo piso del Palau, para asistir al primero de ellos. No había asientos vacíos. Nunca hemos dejado de arropar como público a Raimon, porque tampoco él ha faltado nunca a la cita con nosotros. Es un caso notable de fidelidad mutua a lo largo de la trayectoria imaginada de una vida, la de la generación a la que él y nosotros pertenecemos.
Anunció de entrada que iba a cantar 36 canciones. Y las cantó, sin más que una breve pausa después de la número 30. Su arranque fue ya un programa, una exposición de motivos: Entre la nota i el so, / amb la paraula cantada, / el gruix de tot el meu viure / vos intente donar cada vegada.”  
Y a continuación nos trasladó, nota a nota, todo el grosor de su vida, con la palabra cantada. Una vez más. Como cada vez, cada vegada.
No faltó la presencia discreta de Annalisa, nunca citada por su nombre, en L’unica seguretat, en Com un puny (único golpe de efecto en todo el recital; al final de la canción se apagaron todas las luces del escenario salvo un foco dirigido a aquella mano que se cerraba lentamente en un puño) o en la encantadora Napolitana per tu, que muchos escuchamos por primera vez.
Cantó Raimon, a lo largo de la noche, a la noche, al agua, a la piedra, al mar, al viento, a la paz, a los orígenes. Atacó muchas canciones íntimas, reflexivas, y volvió a vibrar con las vivencias sociales que nos siguen reclamando: lo que hem vist, todo aquello que jo sent junt amb altres. Gritó Diguem no!, muy fuerte.
Y cantó también a “sus” poetas, Espriu el primero, y con él los viejos maestros de la lengua, Ausiàs, Timoneda, Turmeda, Roís de Corella. Y la “Amanda” de Víctor Jara, el compañero chileno siempre vivo aún para nosotros.
Se detuvo Raimon solo un par de minutos, después de cantar Com un puny. Volvió luego con sus cuatro músicos al escenario, aferró la guitarra y cantó seis “propinas”: Veles e vents, He mirat aquesta terra, Jo vinc d’un silenci, Diguem No, D’un temps d’un país y Al vent.
Después de Al vent, la canción con la que empezó todo, se encendieron las luces y acabó la magia sobre el escenario, pero seguimos aplaudiendo. Aquello no fue propiamente una despedida; lo que venía a decirnos Raimon es que sigue ahí, para lo que haga falta. Así lo entendí yo, así lo entendimos todos.