lunes, 22 de mayo de 2017

LA REBELIÓN DE LAS BASES


No soy bueno adivinando. Hasta el último momento creí en una victoria ajustada de Susana Díaz en las primarias del PSOE, y así lo expuse a todos los que me preguntaron. Una victoria que no serviría de nada, anticipé; y en eso creo que no me equivoqué.
No es que yo estuviera a favor de la candidatura de Susana, y a mis escritos anteriores me remito. Tampoco estaba a favor de Pedro, ni de Patxi. Todo el proceso iniciado con la defenestración de Ferraz, pasando por la abstención en la investidura de Rajoy y el acaparamiento de la atención del público mediante el montaje de unas primarias muy publicitadas y a cara de perro, me parecía costoso, inútil, y negativo para el partido. Pero me parecía también que el aparato del PSOE controlaba las pasiones que estaba desatando en el seno de la organización, y que los barones (Ximo Puig, Page, Lambán entre ellos) garantizaban cómodas mayorías en sus feudos, según la vieja fórmula del cujus regio ejus religio.
No ha sido así. Ni la “neutralidad activa y operante” de la gestora, ni la vociferación maleducada de los pobladores de la torre del homenaje, han garantizado el resultado apetecido. Antonio Hernando, el hombre que cambió de caballo en mitad el vado, ha dimitido arrastrado por la corriente; Emiliano García-Page debería seguirle a muy corto plazo, si es que tiene palabra, puesto que prometió abandonar la política en caso de victoria de Sánchez.
Los dos próceres, y aun otros que puedan seguirles en su próxima travesía del desierto (pienso, por ejemplo en José Carlos Díez, el discutido gurú económico de la lideresa in pectore), se irán desnudos del afecto de sus bases. Lo cierto es que el cataclismo del voto interno no se ha decantado tanto en favor de una opción, como en contra de otra. El mecanismo del mal menor ha funcionado con una potencia y una proyección que no se le conocían. No ha habido resignación, sino ira. No es probable a estas alturas que las bases de todas las opciones políticas que compiten en el mercado público se instalen en la resignación. Si los líderes insisten en no escucharlas, habrán necesariamente de pagar el peaje consiguiente.
Así ha venido sucediendo en fechas recientes, también en otras latitudes. Hay un discurso instalado en la opinión que afirma que la izquierda no se ha sabido situar en el cambio de paradigma de los grandes cambios tecnológicos, económicos y sociales desencadenados a partir de los años noventa del siglo pasado. Los datos nos indican que tampoco las derechas han asimilado bien tanta novedad; que los controles y los equilibrios que regían la ciencia de la política han desaparecido por el escotillón, y que el ciudadano corriente, desprovisto de paraguas sociales frente al chaparrón, ha pasado a situarse de preferencia en la intemperie del individualismo a ultranza. "Si no me das, yo no te doy." 
Las bases se han rebelado; no quieren ser más bases. Algunos lo llaman populismo, pero posiblemente hay más de espartaquismo en esa actitud. Me refiero a los gladiadores, no a otros Espartacos más recientes. Un día, en la vieja Roma, los marginales entrenados para servir de diversión a la elite en el circo encontraron que se divertían más despanzurrando a generales de las legiones que despanzurrándose recíprocamente entre ellos. Aunque la rebelión no tuviera ningún futuro. De todos modos, ellos ya de antes tampoco tenían un futuro digno de ese nombre.
El otro gran derrotado en las primarias ha sido elpais, muy puesto durante todo el proceso en el papel de oráculo de Delfos y asesor privilegiado de conciencias. El editorial de hoy expresa la infinita desolación del rotativo por el resultado, con frases como esta (elijo la menos sonrojante): «La emoción y la indignación ciega se han contrapuesto exitosamente a la razón, los argumentos y el contraste de los hechos.» Si la razón, los argumentos y el contraste de los hechos son lo que connota la inequívoca posición de elpais a lo largo de todo el proceso vivido en las últimas semanas, la Real Academia deberá suprimir del diccionario de la lengua la entrada “torticero-ra”.
Así de claro.