Lo malo del procès catalán es que, al alargarse
tanto todos los prolegómenos inexcusables, la hoja de ruta resulta confusa y el
calendario se enreda en demasía. Se pierde la perspectiva sobre lo que va
primero y lo que viene luego. De alguna forma estamos probando las hieles de un
Estado soberano antes que las mieles.
El parlament aprobó la creación de una
comisión para investigar los entresijos de la Hacienda catalana después de que
el juez Vidal afirmara de forma pública y repetida que esta ya tiene todos los
instrumentos para funcionar a pleno rendimiento, y que no se le escapará ningún
contribuyente por las rendijas.
Esta afirmación en
sí misma ya era una muestra del mal mencionado arriba. La voluntad de conducir
a su pueblo a Ítaca por parte del grupo político que ocupa la mayoría en un
parlamento meramente autonómico, es ciertamente muy firme. De acuerdo, pero ocuparse
de la forma de llenar las huchas antes que de la de llenar las urnas no deja de
ser un procedimiento extemporáneo y abusivo. Cualquier hoja de ruta bien
confeccionada dirá que las cosas deben hacerse al revés. Primero, preguntar
educadamente, “¿quiere usted, señora/caballero, tener un Estado
independiente?” Y solo después de una respuesta positiva claramente mayoritaria,
no diré en qué porcentaje para no pillarme los dedos porque sobre eso están
divididas las opiniones de los doctores de la iglesia, solo después, subrayo,
presentar la factura: “Pues esto es lo que le toca pagar. Póngase en la cola
para pasar por caja.”
Nuestro conseller de
Hacienda se apresuró a decir que las afirmaciones del juez Vidal no eran ciertas,
que fabulaba. Mejor. Pero luego el cantante Llach, que sucedió a Vidal en las
tareas de adoctrinamiento a los fieles sobre las bendiciones que nos esperan, ha advertido de
que los funcionarios del Estado español en Catalunya que se nieguen a aplicar
la desconexión serán represaliados. Se ha armado un segundo escándalo. El
escándalo no está tanto en las palabras de Llach en sí mismas, al parecer, como
en el hecho de que la prensa, con desafecto notorio hacia la causa, las haya dado
a los cuatro vientos, en lugar de disimular y mirar a otra parte como estaba
mandado.
Y ahora, un rodillo
parlamentario bien engrasado ha denegado la asistencia ante la comisión de
ninguno de los llamados por los partidos a dar explicaciones. Ninguno, repito.
Ni tan siquiera el mismísimo juez Vidal.
Mi enhorabuena a
los muñidores de la mayoría por esta perfecta interpretación coral de la vieja práctica
parlamentaria del rodillo. Estamos a la altura de los primeros países de Europa
en triquiñuelas obstruccionistas.
Solo que no tocaba.
Una vez más, los sueños de soberanismo de nuestras/os próceres han degenerado
en semenfotismo, que no es lo mismo, y les han llevado a celebrar la Pascua de
Resurrección antes de la fiesta de los Ramos.
Nos hemos quedado
nosotros sin comisión, y ellos sin credibilidad.