La noticia me ha
dejado estupefacto. Todos los días, después de que el carillón del Ayuntamiento
de Vic (Osona) ha dado las campanadas correspondientes a las ocho de la
tarde, se difunde por megafonía municipal la consigna siguiente (traduzco del
catalán): «No normalicemos la situación de
excepcionalidad y urgencia nacional. Recordemos cada día que hay presos
políticos y exiliados. No nos desviemos de nuestro camino: la independencia de
Catalunya.»
No es un sueño de Orwell. Sucede todos los días en Vic.
Los vecinos no se han quejado y el Ayuntamiento está, al parecer, orgulloso de
su iniciativa.
No cunda la alarma, sin embargo. Se trata solo de Vic. La
sede episcopal fue ocupada desde finales del siglo XIX hasta 1916, año de su
muerte, por monseñor Josep Torras i Bages, adalid del catalanismo
conservador. Monseñor declaró en una ocasión, con pompa y circunstancia:
«Cataluña será católica o no será.» Fue aclamado por las fuerzas vivas, precedentes
del actual Ayuntamiento consignista. Monseñor convirtió la ciudad en una
fortaleza espiritual. Ahí queda eso.
El PDeCAT ha rechazado la subida de impuestos a las
rentas más altas. Convendría que tal circunstancia se difundiera también por la
megafonía vigatana. Cuando se propone con tanto fervor la independencia,
conviene especificar además la calidad que tendrá dicha independencia en caso
de sobrevenir. Hasta qué punto responderá a los anhelos de una vida mejor por
parte de los menesterosos, o bien al pastoreo desinhibido de un rebaño dócil y
entregado ciegamente a la dirección benevolente de las jerarquías. La colusión
del actual movimiento independentista con las rentas altas y el alto clero es
patente, tanto en las líneas generales del proyecto como en multitud de
detalles visibles al trasluz.
El historiador Josep Fontana no forma parte del censo
oficial de las glorias catalanas, como denuncia hoy mismo desde su bitácora
José Luis López Bulla. Antes han sido excluidos del Olimpo cultural nacionalista
el cantante Raimon, el novelista Joan Marsé, incluso el poeta Salvador Espriu.
No digamos ya gentes tales como el Noi del Sucre, Josep Solé Barberá y muchos
otros de tendencia parecida. La consigna pujolista de “fer país” ha de
entenderse hoy como “fer el país cada cop més petit”, hacer el país cada vez
más pequeño.
La vieja dicotomía de Torras i Bages, «Cataluña será
católica o no será», pretendió seguramente ser emblema de una unidad mística en
la fe. Hoy resuena con ecos de amenaza a los diferentes: Extra ecclesia nulla salus, etcétera.