La polémica sobre
los símbolos continúa agriándose en Cataluña. Hay mamporros en las calles, en
doble dirección, tanto por parte de los hunos como de los hotros. La iniciativa
patriótica de la retirada de lazos amarillos puede exhibir desde anteanoche una
nariz rota. En lavanguardia se han apresurado a puntualizar que la gresca no se
debió a motivos políticos, sino a que los retiradores de lazos ensuciaban la
ciudad de Barcelona. Si las brigadas de la limpieza rompieran la nariz a todo
el que ensuciara Barcelona, no habría bastantes cirujanos faciales para atender
a la avalancha.
El president Torra
ha calculado que algo había de hacer, y pide amparo a la misma autoridad a la
que no reconoce. El Estado opresor habría de encargarse de la salvaguarda de
los símbolos que, colocados en espacios públicos, niegan ese mismo Estado. Átenme esa mosca por
el rabo.
En paralelo, los
residuos fascistas del Estado, después de dar la batalla jurídica contra los
cambios de nombres de las calles madrileñas, anuncian que pondrán todos los
obstáculos posibles a la exhumación de Franco. Una tertuliana ha llegado al
extremo de pedir la exhumación también de Santiago Carrillo, siguiendo la ley
del ojo por ojo. Suscribiríamos con gusto su propuesta para demostrar nuestra exquisita imparcialidad y equidistancia. Lástima que Carrillo no ocupe ninguna tumba institucional; fue
incinerado, y sus cenizas esparcidas frente al Cantábrico.
Hay en el ambiente
bélico preelectoral una exhibición de posiciones de “sobre mi cadáver”,
dirigida a poner palos en las ruedas a cualquier intento de consenso, de pacto
o de componenda, sea contra natura o a favor de ella. Los ejércitos simbólicos
buscan mantener prietas las filas ante las andanadas previsibles de la realpolitik. Carles Riera advirtió a
Quim Torra, lo comenté ayer en estas mismas páginas, que sería cobardía
transigir. La patria catalana necesita héroes en este momento puntual; la
patria española del posfranquismo, también. Ay de las patrias que necesitan
héroes para sobrevivir.
Mientras tanto, el buen
entendimiento entre PSOE, Podemos y los sindicatos ha conseguido un excelente
acuerdo sobre el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. Se trata
en este caso de cosas de comer, no de símbolos indigeribles; de algo que va en interés
de gentes pacíficas, no de héroes en acto o en potencia.
En consecuencia, no
hay comentarios sobre el tema en las soflamas incendiarias de los cuarteles
generales beligerantes.