Es el título de la
conferencia con la que ha intervenido en la Universitat Catalana d’Estiu, en
Prades, Jordi Puigneró i Ferrer, flamante conseller de Polítiques Digitals i
Administració Pública, nombrado en mayo pasado por el president Torra.
Puigneró ya había
hecho antes algunas cosas raras. En el verano de 2014, según consta en
Viquipédia, coronó sucesivamente todas las cumbres de más de 3.000 metros que “existirían”
en una Cataluña independiente. Dado que las montañas tienen la misma altitud si
se encuentran en territorio independiente o sojuzgado, no alcanzo a ver cuál es
la idea que presidió esa performance. Tampoco consigo ver el porqué de la
diferencia de trato independentista a cumbres, según se sitúen por encima o por
debajo de los 3.000 metros.
Volvamos a la
conferencia. Afirmó Puigneró que España todavía funciona en formato analógico,
lo cual significa que los catalanes “pueden ser invencibles” en el formato
digital.
¿Se deduce
lógicamente la conclusión de la anterior premisa? Yo diría que no, aunque es
posible que la culpa sea de que yo razono en formato analógico. En cualquier
caso, el conseller animó a la concurrencia a construir desde la sociedad civil “infraestructuras
de Estado dentro del mundo digital”. Este paso, dijo, será “clave” para que
el pueblo catalán pueda “surfear” el “tsunami” que supondrá la revolución
digital en la economía global.
Está todo muy claro, y el programa resulta
convenientemente engrescador para la ciudadanía catalana empoderada, la cual,
como se deduce de lo anteriormente dicho, no solo resultaría “invencible” sino además "surfeadora" en el formato digital.
Puigneró lo estropeó al final, cuando puso un ejemplo concreto.
Estonia, señaló, está construyendo una “nación digital” para que, en caso de
invasión, el gobierno estonio pueda seguir existiendo sin necesidad de dominar
el territorio físico. «Por ejemplo, podría convocar elecciones y la gente
podría votar de forma electrónica.» Hasta aquí todo era más o menos
inteligible. Nos damos de bruces, sin embargo, con la siguiente cuestión espinosa: para qué
coño sirven una nación digital y unas votaciones electrónicas si no se dispone
del dominio físico (analógico) del territorio. Si las fuerzas analógicas pueden hacerte papilla a martillazos el disco duro; y ya lo han hecho.
En el caso de que se pueda solucionar esta pequeña pega,
surgirá una hipótesis de un calado mucho mayor: ¿Por qué limitar
entonces nuestra ambición invencible al pequeño territorio de Cataluña, con tan
solo algunas excrecencias por encima de los 3.000 metros de altitud, y una población
de siete millones de personas, todas ellas analógicas? Podríamos construir la
nación digital de Estados Unidos, o de China, o para el caso la del Tibet, que
cuenta con un buen puñado de ochomiles.