domingo, 12 de agosto de 2018

DESORIENTACIÓN


Un líder de opinión tan señalado como Iker Casillas ha tuiteado que lo del hombre en la Luna fue una milonga rodada en un plató con muchos efectos especiales y difundida después por la NASA con intenciones propagandísticas.
La declaración no desmerece al lado de la del por entonces aún no jefe del Gobierno Mariano Rajoy cuando afirmó que si su primo, catedrático de Física, no era capaz de predecir el tiempo que haría el día siguiente, cómo podía ser científicamente creíble un cambio climático venidero a años vista.
A ellos no se la dan con queso. La sociedad de la información habrá de esmerarse si quiere que espíritus fuertes como Iker y Mariano pasen por el aro de sus informaciones inverosímiles.
La actitud de los dos prohombres es paradigmática, y tiene relación con el síndrome que padece la numerosa gente a la que “nadie había informado” del atasco, o el incendio, o la inundación, o el retraso, o la huelga, o el acontecimiento cualquiera que sea en el que se han visto involucrados. En la mayoría de los casos, la información existía, y circulaba, y bastaba con preguntar para obtenerla.
Así pues, unos no valoran adecuadamente la información disponible, y otros no se preocupan de obtenerla, dando por supuesto que no será relevante. Demasiado acostumbrados al “nunca pasa nada”, y a la convicción de que nuestra seguridad no depende de nosotros mismos sino de agentes situados por encima de nosotros, estamos padeciendo un descenso sensible en la eficiencia de nuestro propio equipamiento de serie para la supervivencia en el día a día.
La conclusión provisional, a lo que yo entiendo, es que en nuestra generación y en los países avanzados en general, se han adormecido tanto el instinto de curiosidad, que ha permitido a la especie la mejor adaptación posible al entorno, como el instinto de supervivencia, que le ha permitido superar dificultades de todo tipo en las ocasiones en que un entorno amistoso se ha vuelto inesperadamente hostil.
Un abuelo dejó encerrada por la mañana en el coche a su nieta de pocos meses, y solo volvió a acordarse de ella en el bochorno de las tres de la tarde. Una turista madrugó para salir a correr por los alrededores de su hotel en Costa Rica, en una zona insegura. Otros turistas en Lombok se han quejado de que después de un terremoto catastrófico se vieron obligados a sobrevivir enteramente solos. Son noticias de sucesos recientes que indican una cierta desorientación en la tarea de cada cual de cuidar celosamente de sí mismo y de quienes tiene a su cargo; además de, por supuesto, reclamar toda la ayuda posible de los demás.
Mientras, el incendio de Gandía ha sido un eco lejano del otro incendio del Ática, por causas muy similares. Y en Mendocino y otros lugares de California se han quemado ya 332.000 hectáreas de bosque y edificaciones, la mayor extensión de la historia en un solo año. Las causas son complejas: más calor, más sequía, una mala gestión de los bosques, nuevas urbanizaciones sin planificación adecuada… Según el gobernador del estado, el demócrata Jerry Brown, luchador convencido contra el cambio climático, estas condiciones corresponden a «la nueva normalidad».
Desde California al Mediterráneo, a todos nos conviene, entonces, ponernos las pilas, individual y colectivamente. Esta es la pauta para la nueva época. Mientras no hayamos conseguido alejar sus amenazas, habremos de orientarnos trabajosamente en el nuevo entorno, en lugar de ir de enterados como Iker y Mariano.