El otro día, visitando el salón del Tinell del Palau Reial de Barcelona con mis nietos, me asaltó el recuerdo fugaz de una canción (más bien una cantinela o sonsonete) sobre el huevo de Colón. Me vino a la memoria a pedazos ─quiero decir que hube de hacer un pequeño esfuerzo sostenido de reconstrucción─ y he visto luego en google que mi reconstrucción no fue completa, por una parte, y que la canción está muy difundida, por otra.
No recuerdo ni
quién me la enseñó, ni cuándo, ni en qué ocasión la canté a coro de la manera
que luego explicaré. La memoria es un baturrillo; ni siquiera merece el nombre
de “laberinto” porque el laberinto supone una gestión maliciosa del caos, una
voluntad de engañar que los abismos de la memoria no tienen. Es solo que son
así, sin remedio. Aunque, eso sí se les debe reconocer, están tachonados aquí y
allá de intermitencias y epifanías, como demostró de forma brillante Marcel
Proust.
La letra de la
canción a que me refiero muestra un ingenio “de línea clara”; quiero decir, sin
más segundas intenciones que la que queda patente de inmediato, a saber, que la
frase “poner un huevo de pie” puede referirse a dos acciones muy distintas: en
la primera de ellas, lo que queda de pie es el huevo; en la segunda, quien lo
pone (y el verbo “poner” cambia de significado en cada una de las dos
acciones).
Me gusta mucho la antistrofa
final, porque refuerza eficazmente el equívoco. No estoy seguro, en cualquier
caso, de que sea en realidad una antistrofa, doctores tiene la academia para
decidirlo.
He aquí la letra en
cuestión:
Colón fue un hombre de gran renombre / que descubrió
un mundo nuevo. / Pero además, fue el primer hombre / que puso un
huevo / de pie.
[Antístrofa] ─¿Cómo lo puso? / ─ ¡De pie!
Hay más estrofas, e
incluso una antistrofa dialogada más larga, pero no añaden nada a la idea
original. Recuerdo, pero no sé dónde ni en qué circunstancias, haber cantado el
sonsonete a coro con otros niños (¿en el cole?, ¿en cuál de ellos?). Y cuando
el maestro de coro preguntó, en un tono fingido de asombro e incredulidad, “¿Cómo
lo puso?”, nosotros nos levantamos a una de nuestros asientos para la declaración
triunfal final: “¡De pie!”