Iñaki Pardo
Torregrosa subtitula en lavanguardia su crónica andaluza: «El primer test
electoral después del otoño catalán se convierte en un laboratorio para la
pugna de PP y Ciudadanos entre ellos y contra Pedro Sánchez, con Cataluña de
fondo.»
Es discutible que
lo que se avecina en Andalucía sea un test, es decir una prueba para otra cosa
distinta; más aún lo es que Andalucía misma sea un laboratorio para
experimentar lo que sea; y definitivamente es incierto que Cataluña esté “de
fondo” en lo que se dirime en Andalucía.
Sin embargo, Pardo
Torregrosa no inventa nada. Esto es lo que ha dicho Pedro Sánchez: «El tren de
las victorias socialistas tiene su primera parada en Andalucía, y la segunda en
las municipales y autonómicas de mayo.»
Y esto es lo que le
ha replicado Pablo Casado: «Lo que pase el 2 de diciembre va a configurar lo
que pase en las elecciones municipales y generales.»
A ver, estas cosas
se dicen siempre en campaña, desde la idea de que, ya que te tomas el trabajo
de quedarte afónico para los andaluces siendo como eres un líder nacional, no
está de más un giro de la frase adecuado para que se queden con la copla los
electorados de circunscripciones distintas. No es exactamente un brindis al
sol, sino más bien un pase de pecho mirando al tendido del 9.
Ocurre siempre en
campaña, como he dicho. Los mismos protagonistas asegurarán el día siguiente de
las elecciones ─ lo han hecho siempre, una norma consuetudinaria tan arraigada
no se revoca de un día para otro ─ que los comicios andaluces “NO” son
extrapolables a las municipales ni a las generales. Todos se declararán
ganadores, eso sí, pero todos también habrán quedado descontentos de los
resultados y considerarán de forma unánime que “sus” expectativas son
claramente mejorables en el futuro inmediato.
Una cosa es que las
elecciones de Andalucía no sean extrapolables a otras situaciones y otros
electorados ─ no lo son, en efecto ─ y otra muy distinta que no nos afecten a
los demás. Incluidos los catalanes, por más que no estemos “de fondo” en lo que
se ventila. Estamos metidos dentro de un aparato que funciona con varios
motores, y no es indiferente el funcionamiento bueno, malo o regular, de cada
uno de ellos. Un buen funcionamiento equilibra los esfuerzos y ayuda al
conjunto. Uno malo, hace que todo el conjunto se resienta. En ese sentido, y no
en la dudosa extrapolabilidad de los resultados, lo que pase en Andalucía
trasciende el ámbito estricto de la región. Un buen resultado podría ayudarnos
a los catalanes en la lidia con nuestros problemas propios e intransferibles. Y
hay cuestiones en las que sería factible una colaboración, una puesta en común
de esfuerzos y de sinergias, para sobrealzar en alguna medida el horizonte muy
chato en el que unos y otros estamos sumidos.
¿Cuál sería entonces
un buen resultado para Andalucía? Justamente el que a los andaluces mejor les cuadre
para sí mismos, y que a quienes no somos andaluces nos sirva para interactuar
mejor con ellos. Ni un Andalucía First y
que se amuelen los demás, al estilo Trump; ni tampoco un “Aquí tienen a
servidora para lo que gusten” dirigido a los grandes poderes fácticos que,
ellos sí, están “de fondo” en el invento y se complacen en enredarlo y
extrapolarlo todo.