En la conversación
de Pablo Iglesias y Enric Juliana (1) sobre la Transición ─ con mayúscula ─ de
España a la democracia, los dos rechazan la tesis comúnmente aceptada de
conformación clarividente de un proceso “por arriba”, generado en algunos
despachos oficiales y algunas cátedras de universidad, y regalado graciosamente
a los españoles como un don de largo alcance, sabiamente conformado y sin fecha
de caducidad. Lo que podría denominarse la tesis “Victoria Prego”, debido a una
famosa serie televisiva montada y argumentada a posteriori con mucha habilidad.
Creo que Pablo se
queda al respecto en una crítica superficial con argumentos un tanto librescos,
mientras que Enric aporta al debate no solo algunas encuestas Gallup de la
época, muy reveladoras, sino además una hipótesis que no afecta solo a la
Transición en sí, sino al Franquismo ─ también con mayúscula ─ en tanto que
régimen político.
Desde la
historiografía actual tiende a considerarse el franquismo como una dictadura
personal del Caudillo. Un régimen muy autoritario, muy duro, muy arbitrario
también, emanado de la voluntad omnímoda del autócrata y también de sus limitaciones
personales, que no alcanzaron a dar mayor vuelo al invento.
Juliana señala
algunos elementos a tener muy en cuenta. El primero es la voluntad prometeica
de la dictadura franquista, su intención explícita de construir un Estado
totalitario de nueva planta, con la sumisión absoluta de la población a los
principios rectores instaurados por el régimen vencedor de una guerra “incivil”.
«El franquismo arrolló todos los
fundamentos de la sociedad española. Actuó como una tremenda apisonadora.
Liquidó a sus adversarios…, Del franquismo surge una sociedad que no quiere
saber casi nada de la política…» (p. 133-34).
Y ese objetivo no
se consiguió mediante una dictadura personal, sino mediante un régimen
fuertemente trabado e institucionalizado. Algunas síntesis históricas califican el franquismo no como un fascismo, sino como “otra cosa”. Señalan, por
ejemplo, el precedente de la dictadura de Primo de Rivera. Creo, sin embargo, desde la prudencia para opinar sobre cuestiones que no domino del todo, que la dictadura de Primo “sí” fue otra cosa, y que las diferencias entre el
fascismo de Mussolini y el de Franco solo indican que aquí tuvimos “otro”
fascismo, y no en cambio un primorriverismo con veleidades fascistizantes.
Son muy
interesantes los “tres aspectos del franquismo, sobre todo en los últimos años de
la dictadura”, que señala Juliana (pp. 143 ss.): el crecimiento del empleo
público, las crecientes contradicciones de la Iglesia con el régimen, y el papel
de las Comisiones Obreras. Porque esboza el derrumbe progresivo, en el
tardofranquismo, de los tres pilares que habían sostenido el armazón
institucional del fascismo español.
1.- La burocracia.
Ya Condorcet había dado el aviso, hace dos siglos y pico, de que el despotismo
no es un régimen unipersonal sino que exige la existencia de un colectivo amplio,
leal y disciplinado, dispuesto a secundar al autócrata en sus decisiones. La
burocracia franquista explica la perduración del régimen franquista, y su
acción profunda sobre una sociedad “arrollada” y adoctrinada desde todos los
ángulos posibles. El agotamiento biológico del colectivo inicial, las disputas
de familia (falangismo, opus, etc.) y la incorporación en los setenta de una
nueva generación de burócratas desafectos y con ambiciones propias diferentes
de los postulados del franquismo (la generación de Adolfo Suárez y Rodolfo Martín Villa), cuartearon la inmovilidad política interior y
la inasequibilidad al desaliento de las primeras camadas de administradores del
régimen.
2.- La Iglesia. «No es que la Iglesia pierda el control,
sino que llega un momento en que la propia Iglesia, sobre todo en las grandes
ciudades y en las periferias urbanas, se convierte en motor de algunos cambios
sociales» (p. 145). La pluralidad de visiones y de objetivos dentro del
estamento eclesiástico es un hecho normal en una democracia en la que se
expresa de manera normal una diversidad social. Si la Iglesia está próxima al
pueblo y el pueblo es diverso, las tensiones religiosas quedan dentro de la
lógica y de lo esperable. Pero en un régimen totalitario consecuente a una “Cruzada”,
que quiere arrebatar a todo el pueblo en bloque a un escalón de vivencias
espirituales distinto, necesariamente unívoco y uniforme, esa situación se vive
como un desgarro y una tragedia.
3.- El sindicato.
En la arquitectura institucional del régimen, el sistema de encaje del trabajo
en unos sindicatos verticales perfectamente jerarquizados tenía una importancia
esencial. Era la forma de ordenarse una producción controlada y dirigida por el
Estado. La aparición de las comisiones obreras en las fábricas, y el ritmo
creciente de los conflictos que vino a perturbar el trazado milimétrico de los
planes de desarrollo elaborados por la Comisaría consiguiente, tuvo un
resultado parecido al de un virus informático capaz de arruinar con su lógica
diferenciada todo el sistema operativo.
No es ocioso recalcar que los tres estamentos correspondieron a la triple representación corporativa en las Cortes franquistas: del Estado (que incluía tanto a ministros y altos funcionarios como a militares de alta graduación), de la Iglesia representada pr sus obispos, y del tercer estado (tercio sindical).
Fueron precisamente la nueva
clase obrera, el nuevo funcionariado que accedió por oposiciones a la Administración y la nueva clase de tropa eclesial comprometida de las
parroquias de las barriadas de aluvión inmigrante en las periferias de las ciudades,
los tres elementos fundamentales para cortocircuitar el “atado y bien atado” de
las viejas instituciones del franquismo como sistema.
Acerca de cómo se
desarrolló en concreto y en unas coordenadas geográficas muy determinadas esa
triple confluencia de rebeldías en un momento histórico preciso, será muy útil
a las personas interesadas leer el libro Conversaciones
en Colomers (2). Allí verán desplegarse todo el tejido alambicado de las
luchas y las complicidades oficiales y extraoficiales, legales y extralegales,
que conformaron la agonía del franquismo y el nacimiento de la democracia.
(1) En el libro Nudo España, Arpa 2018, citado en una entrada
reciente en estas mismas páginas.
(2) Isidor Boix,
José Luis López Bulla, Carles Navales, Javier Tébar (ed.), Conversaciones
en Colomers Reflexiones sobre sindicalismo y política durante la transición a
la democracia en España. Fundació Cipriano García de CCOO de Catalunya,
Materials d’Història de l’Arxiu 3. Germania, València, 2011.