Pedro Sánchez cree
que sí, Pablo Iglesias se inclina a creer que no. En la situación apretada en
la que nos encontramos, pendientes todos los grupos políticos de la calderilla de
los sondeos de opinión y del resultado más así que asao o a la inversa de los inminentes
comicios andaluces, la cuestión resulta vital. Podría haber un sendero que bordeara el
precipicio para llevarnos a terrenos más practicables el año que viene, o ese
sendero podría no existir, de modo que cualquier avance nos llevaría
directamente al despeñadero.
Llamo la atención
acerca del post aparecido ayer mismo, sobre esta ardua cuestión, en el blog
Metiendo bulla (1). El maestro López Bulla considera perdida la batalla
presupuestaria, de un lado por la contra visceral de las derechas movilizadas
en busca del arca perdida, y de otro por el prurito o punto de honor de los
nacionalistas catalanes, que no quieren dar la sensación de que están haciendo
concesiones al Estado opresor en lo fundamental (en lo accesorio, todos los
días se acuerda alguna cosa nueva en incontables reuniones bilaterales programadas
o espontáneas).
Pero aunque la
puerta de los presupuestos está cerrada con cerrojo y pestillo, existen ventanas
practicables. Por la vía del decreto, dice López Bulla, se pueden ir aprobando
cuestiones importantes, empezando por la subida del salario mínimo y siguiendo
por otros ítems del temario establecido entre el PSOE y Podemos, para los cuales
quepa el apoyo exterior que se niega a los presupuestos, no por otra cosa sino por
el simbolismo tremendo que los presupuestos tienen respecto de la
gobernabilidad del país.
Sería posible así una
puesta en marcha consensuada puntualmente de las cuentas del Estado por
cachos, y no en bloque; a trocitos y no en un pack cerrado. Un principio de solución a través de microsoluciones,
en la expresión feliz que viene defendiendo y predicando en diversos ámbitos
Joan Coscubiela.
El objetivo de
tantas fatigas sería el de tratar de llevar las elecciones generales a aguas
más tranquilas, cuando cada cual se haya hecho su composición de lugar y tenga
más claro qué opción política es la que prefiere. Superando el marasmo de dudas,
de irritaciones y de desesperaciones, vivido en la última etapa, y colocando los
elementos sensatos y racionales en el lugar de los sentimientos viscerales que
vienen funcionando como motor predominante de la política impulsada desde las
plataformas ideológicas que monopolizan el espacio político y nos atruenan los
oídos con sus clarinazos.