lunes, 12 de noviembre de 2018

¿HAY VIDA SIN PRESUPUESTOS?


Pedro Sánchez cree que sí, Pablo Iglesias se inclina a creer que no. En la situación apretada en la que nos encontramos, pendientes todos los grupos políticos de la calderilla de los sondeos de opinión y del resultado más así que asao o a la inversa de los inminentes comicios andaluces, la cuestión resulta vital.  Podría haber un sendero que bordeara el precipicio para llevarnos a terrenos más practicables el año que viene, o ese sendero podría no existir, de modo que cualquier avance nos llevaría directamente al despeñadero.
Llamo la atención acerca del post aparecido ayer mismo, sobre esta ardua cuestión, en el blog Metiendo bulla (1). El maestro López Bulla considera perdida la batalla presupuestaria, de un lado por la contra visceral de las derechas movilizadas en busca del arca perdida, y de otro por el prurito o punto de honor de los nacionalistas catalanes, que no quieren dar la sensación de que están haciendo concesiones al Estado opresor en lo fundamental (en lo accesorio, todos los días se acuerda alguna cosa nueva en incontables reuniones bilaterales programadas o espontáneas).
Pero aunque la puerta de los presupuestos está cerrada con cerrojo y pestillo, existen ventanas practicables. Por la vía del decreto, dice López Bulla, se pueden ir aprobando cuestiones importantes, empezando por la subida del salario mínimo y siguiendo por otros ítems del temario establecido entre el PSOE y Podemos, para los cuales quepa el apoyo exterior que se niega a los presupuestos, no por otra cosa sino por el simbolismo tremendo que los presupuestos tienen respecto de la gobernabilidad del país.
Sería posible así una puesta en marcha consensuada puntualmente de las cuentas del Estado por cachos, y no en bloque; a trocitos y no en un pack cerrado. Un principio de solución a través de microsoluciones, en la expresión feliz que viene defendiendo y predicando en diversos ámbitos Joan Coscubiela.
El objetivo de tantas fatigas sería el de tratar de llevar las elecciones generales a aguas más tranquilas, cuando cada cual se haya hecho su composición de lugar y tenga más claro qué opción política es la que prefiere. Superando el marasmo de dudas, de irritaciones y de desesperaciones, vivido en la última etapa, y colocando los elementos sensatos y racionales en el lugar de los sentimientos viscerales que vienen funcionando como motor predominante de la política impulsada desde las plataformas ideológicas que monopolizan el espacio político y nos atruenan los oídos con sus clarinazos.