lunes, 26 de noviembre de 2018

MITO Y TECNOLOGÍA DE LA ASCENSIÓN A LOS CIELOS


Fuimos transportados hasta un lugar separado tanto de la tierra como del agua, y accedimos a un laberinto de neón, con muchos espejos, paredes de cristal, puertas, largos pasillos, asientos puestos en hileras y pantallas luminosas. 

Tras un largo peregrinaje por un paisaje que solo metafóricamente se podría llamar laguna Estigia, nos presentamos ante la Puerta de la Revelación, y allí hubimos de despojarnos de parte de nuestras prendas de vestir para pasar bajo un arco con la leyenda «Lasciate l’equipaggio voi ch’entrate». Sonaron timbres anunciando mi indignidad, y fui severamente cacheado por hieráticos guardianes uniformados. 

Las entrañas de las bestias sacrificadas dieron, de todos modos, auspicios favorables, y recibí el Perdón de los Inmortales en la forma de devolución de todas mis pertenencias y la indicación de la puerta clave, entre todas las posibles, que nos conduciría a los cielos anhelados.

De todos modos hubimos de pasar de forma previa por un largo período de purificación y espera, en antesalas augustas, mientras ecos de sibilas pronunciaban por los altavoces profecías oscuras en diversas lenguas. El divino brebaje del café ardiente nos ayudó en el trance terrible, y así fue como al fin nos añadimos a una larga cola de pretendientes, y fuimos admitidos a la celebración de los misterios, y nos dejamos engullir dócilmente en el vientre mecánico de un ave prodigiosa. 

Allí, atados a nuestros asientos, oímos inmóviles los cantos de las sirenas vestidas de azul que profetizaban catástrofes e indicaban con gestos elocuentes la forma de escapar a la aniquilación abriendo manualmente las compuertas del vientre de la Bestia e hinchando los chalecos salvavidas que habían de ser nuestra única salvaguarda en el caso de una eventual precipitación en el mar vinoso.

Luego nos elevamos hasta los cielos, y allí nos fueron servidos alimentos varios que, tocados por la mano de invisibles harpías, se deshacían en ceniza en nuestra boca. Cruzamos los aires a velocidades increíbles, sobrecogidos de un pavor sagrado, desde uno a otro lugar incierto, y cerrada ya la noche nos vimos arrojados a una playa desolada, en la que ánimas anónimas y piadosas depositaron en una cadena movediza nuestro equipaje perdido. 

Por fin, rescatados de las furias nocturnas por un Caronte urbano llamado Taxista, fuimos conducidos hasta nuestro destino, y allí aparecimos como materializados desde otra dimensión delante de nuestros familiares, y todos juntos celebramos en comunión nuestro Retorno del reino oscuro.

Así sucedió, y así queda escrito. Estamos en Atenas. Desde aquí, y vía Nube, aspiramos a seguir manteniendo el contacto lejano con el hilo de nuestra anterior vida cotidiana.