La Fiscalía no ha
reconsiderado la calificación de rebelión aplicada a los sucesos de octubre
del año pasado en Cataluña. La Abogacía del Estado sí, y ha echado mano del delito de
sedición, cosa que supondría una rebaja sensible pero no decisiva de las penas
solicitadas para los protagonistas del célebre “choque de trenes”.
El president Torra
está que trina: desde el poder judicial no se ha tenido con Cataluña el gesto que se pedía. En reciprocidad, ha anunciado que Cataluña no tendrá con el gobierno
Sánchez el gesto de votar a favor de los presupuestos.
¿No lo han
entendido? Lo explico un poco más.
Torpedear los
presupuestos de Sánchez es ahora mismo el desiderátum de la derechona. Al hablar
de derechona me refiero al arco de partidos y plataformas (PP, C’s, Vox, Faes,
etc.) que cubre el nutrido espacio existente entre la derecha pura y dura y la
ultraderecha. Fue la derechona, no el gobierno Sánchez, quien colocó en la
trena provisional, sin remisión, a los/las valedores/as del procés que no salieron por piernas a
refugiarse en diversos escondrijos europeos de difícil devolución. Pedro Sánchez
está cargando desde hace semanas con el sambenito de haberse aliado con la
rebelión y el rojerío para sacar adelante unos presupuestos aterradores, que
cargan de impuestos a los ricos, favorecen al pobreterío y desahucian de su
tumba al invicto Caudillo.
Vale.
Desde la
Generalitat de plaza Sant Jaume así como desde Waterloo se reclamó al gobierno
un “gesto” hacia los políticos presos.
El gesto reclamado
era el de amansar a los fiscales para lograr una absolución cum laude, u otro
resultado lo más parecido posible.
No hay mecanismos
en el Estado de derecho para que el Ejecutivo presione al Judicial; lo que se pedía,
así pues, era un enjuague más o menos similar al de la pareja Cospedal-López
del Hierro con el comisario Villarejo, para labores de fontanería que se pedían
“baratitas, que estamos tiesos”.
El gesto del
gobierno había de ser enteramente unilateral y gratis et amore, dado que por
parte de la primera parte contratante se sigue ininterrumpidamente en la labor
de implementar de forma unilateral la República, para la que ya se ha creado un
Consell ad hoc que, como todo lo demás implementado hasta el momento, no sirve para
nada.
El gobierno en
precario de Sánchez no ha dado el paso en falso que se le reclamaba y que, por
lo demás, le habría valido sin falta una comparecencia tormentosa en el
Parlamento y en el mejor de los casos una cuestión de confianza muy
problemática.
Como Sánchez tampoco
posee la lira de Orfeo, que según tradición antigua tenía la virtud de amansar
a las fieras (ergo, también, posiblemente, a los fiscales), el gesto solicitado
desde Cataluña era abiertamente imposible.
El gobierno, dados
los mecanismos de contrapeso existentes para preservar la independencia de los
poderes democráticos, solo podrá empezar a actuar a partir de que exista una
sentencia firme. Ese sería el tiempo propicio para un posible indulto, una
amnistía parcial o una amnistía general. Nadie puede esperar la absolución en
el juicio para quienes han transgredido de forma tan clara y contundente la ley
suprema de la nación, las leyes generales y las estatutarias. Eso sería minar
las bases del Estado de derecho.
Quienes hicieron semejante
barrabasada habían sido alertados de las consecuencias tanto por los letrados
del Parlament, a quienes decidieron hacer caso omiso, como por miembros significados
de la oposición, a los que ningunearon. Hicieron valer contra todos ellos el
carácter sacrosanto de un “mandato” de las urnas que no sumaba ni la mayoría
del censo ni las garantías necesarias para cualquier proceso electoral. No hubo
imparcialidad de las instituciones, ni campaña explicativa, ni control plural de
las votaciones, ni transparencia de ninguna clase (ni siquiera las urnas eran
transparentes). Se sacralizó una urna vacía y opaca como el súmmum de la
democracia.
Si desde una buena
voluntad patente deseamos todos minimizar los daños causados y encarrilar de
nuevo un juego democrático normalizado, además de aplicar de un lado las
reformas legales pertinentes, y de otro los bálsamos que sean oportunos, todos
debemos colaborar en la tarea.
Colaborar
significaría apoyar, en la medida de lo posible y salvando la cara ante unas
bases exaltadas hasta extremos peligrosos, al gobierno Sánchez, procurando su
estabilidad y continuidad en este trance apurado. ´
No hacerlo así, y
optar por el “cuanto peor mejor” votando en contra de unos presupuestos que
prevén mejoras económicas y sociales sustanciales para Cataluña, parece poco
sensato, para decirlo con la mayor suavidad posible. Un fracaso de Sánchez en el
desarrollo ordenado de su programa para llegar en buenas condiciones a los
comicios municipales y europeos, puede suponer una convocatoria anticipada de
las generales, y tras ellas el regreso al galope tendido de los tres jinetes
del Apocalipsis (PP, C’s, Vox), en el más puro estilo de “el imperio contraataca”.
Si así ocurre, Sánchez
habrá tenido el deseado escarmiento por su negativa a presionar ilegalmente al
poder judicial; pero los Jordis, Oriol Junqueras, Carme Forcadell y compañía
perderán toda esperanza de salir en libertad antes de la intemerata, por no ir
más lejos aún.
Tampoco lo
entienden ahora, ¿verdad? Me ocurre lo mismo.