sábado, 3 de noviembre de 2018

UNILATERALISMOS


La Fiscalía no ha reconsiderado la calificación de rebelión aplicada a los sucesos de octubre del año pasado en Cataluña. La Abogacía del Estado sí, y ha echado mano del delito de sedición, cosa que supondría una rebaja sensible pero no decisiva de las penas solicitadas para los protagonistas del célebre “choque de trenes”.
El president Torra está que trina: desde el poder judicial no se ha tenido con Cataluña el gesto que se pedía. En reciprocidad, ha anunciado que Cataluña no tendrá con el gobierno Sánchez el gesto de votar a favor de los presupuestos.
¿No lo han entendido? Lo explico un poco más.
Torpedear los presupuestos de Sánchez es ahora mismo el desiderátum de la derechona. Al hablar de derechona me refiero al arco de partidos y plataformas (PP, C’s, Vox, Faes, etc.) que cubre el nutrido espacio existente entre la derecha pura y dura y la ultraderecha. Fue la derechona, no el gobierno Sánchez, quien colocó en la trena provisional, sin remisión, a los/las valedores/as del procés que no salieron por piernas a refugiarse en diversos escondrijos europeos de difícil devolución. Pedro Sánchez está cargando desde hace semanas con el sambenito de haberse aliado con la rebelión y el rojerío para sacar adelante unos presupuestos aterradores, que cargan de impuestos a los ricos, favorecen al pobreterío y desahucian de su tumba al invicto Caudillo.
Vale.
Desde la Generalitat de plaza Sant Jaume así como desde Waterloo se reclamó al gobierno un “gesto” hacia los políticos presos.
El gesto reclamado era el de amansar a los fiscales para lograr una absolución cum laude, u otro resultado lo más parecido posible.
No hay mecanismos en el Estado de derecho para que el Ejecutivo presione al Judicial; lo que se pedía, así pues, era un enjuague más o menos similar al de la pareja Cospedal-López del Hierro con el comisario Villarejo, para labores de fontanería que se pedían “baratitas, que estamos tiesos”.
El gesto del gobierno había de ser enteramente unilateral y gratis et amore, dado que por parte de la primera parte contratante se sigue ininterrumpidamente en la labor de implementar de forma unilateral la República, para la que ya se ha creado un Consell ad hoc que, como todo lo demás implementado hasta el momento, no sirve para nada.
El gobierno en precario de Sánchez no ha dado el paso en falso que se le reclamaba y que, por lo demás, le habría valido sin falta una comparecencia tormentosa en el Parlamento y en el mejor de los casos una cuestión de confianza muy problemática.
Como Sánchez tampoco posee la lira de Orfeo, que según tradición antigua tenía la virtud de amansar a las fieras (ergo, también, posiblemente, a los fiscales), el gesto solicitado desde Cataluña era abiertamente imposible.
El gobierno, dados los mecanismos de contrapeso existentes para preservar la independencia de los poderes democráticos, solo podrá empezar a actuar a partir de que exista una sentencia firme. Ese sería el tiempo propicio para un posible indulto, una amnistía parcial o una amnistía general. Nadie puede esperar la absolución en el juicio para quienes han transgredido de forma tan clara y contundente la ley suprema de la nación, las leyes generales y las estatutarias. Eso sería minar las bases del Estado de derecho.
Quienes hicieron semejante barrabasada habían sido alertados de las consecuencias tanto por los letrados del Parlament, a quienes decidieron hacer caso omiso, como por miembros significados de la oposición, a los que ningunearon. Hicieron valer contra todos ellos el carácter sacrosanto de un “mandato” de las urnas que no sumaba ni la mayoría del censo ni las garantías necesarias para cualquier proceso electoral. No hubo imparcialidad de las instituciones, ni campaña explicativa, ni control plural de las votaciones, ni transparencia de ninguna clase (ni siquiera las urnas eran transparentes). Se sacralizó una urna vacía y opaca como el súmmum de la democracia.
Si desde una buena voluntad patente deseamos todos minimizar los daños causados y encarrilar de nuevo un juego democrático normalizado, además de aplicar de un lado las reformas legales pertinentes, y de otro los bálsamos que sean oportunos, todos debemos colaborar en la tarea.
Colaborar significaría apoyar, en la medida de lo posible y salvando la cara ante unas bases exaltadas hasta extremos peligrosos, al gobierno Sánchez, procurando su estabilidad y continuidad en este trance apurado. ´
No hacerlo así, y optar por el “cuanto peor mejor” votando en contra de unos presupuestos que prevén mejoras económicas y sociales sustanciales para Cataluña, parece poco sensato, para decirlo con la mayor suavidad posible. Un fracaso de Sánchez en el desarrollo ordenado de su programa para llegar en buenas condiciones a los comicios municipales y europeos, puede suponer una convocatoria anticipada de las generales, y tras ellas el regreso al galope tendido de los tres jinetes del Apocalipsis (PP, C’s, Vox), en el más puro estilo de “el imperio contraataca”.
Si así ocurre, Sánchez habrá tenido el deseado escarmiento por su negativa a presionar ilegalmente al poder judicial; pero los Jordis, Oriol Junqueras, Carme Forcadell y compañía perderán toda esperanza de salir en libertad antes de la intemerata, por no ir más lejos aún.
Tampoco lo entienden ahora, ¿verdad? Me ocurre lo mismo.