En Zagreb pasé
delante del Museo de las Relaciones Rotas, seguramente el único en el mundo sobre
esa temática. Pregunté a la guía de qué trataba. Me explicó que una pareja muy
conocida en la ciudad, que rompió su relación amorosa después de años de
convivencia, decidió exhibir al público en un pequeño local del centro los
recuerdos comunes de su amor y de su posterior desamor. Más tarde se fueron
añadiendo al catálogo del museo pecios de otros naufragios, que las personas
interesadas enviaron espontáneamente a los promotores, o adquiridos en subastas
de recuerdos de celebridades.
Me habría gustado
visitarlo, pero Zagreb es muy grande, y el tiempo libre de que disponíamos,
limitado. Es la curiosidad, seguramente morbosa, por la vida de las personas,
por las relaciones siempre frágiles que se establecen y se disuelven entre
ellas. ¿Qué objetos visibles pueden considerarse memorables, de interés
general, como hitos de unas relaciones íntimas que en algún momento se
deterioraron hasta el punto de romperse? La cuestión es compleja, y sentí el
temor vago de que la visita me fuera a decepcionar.
Lo que no significa
que no considere de primera magnitud el tema. Me siento desconsolado cuando
fracasa una relación entre familiares o entre personas amigas. En particular si
la ruptura no es de aquellas que “se veían venir”. Y hago mías sin reservas las
palabras de Ibn Hazm en El collar de la
paloma: «Jamás he podido olvidar un afecto, y la nostalgia que siento por
cualquier antiguo pacto de amor me ahoga cuando bebo y me atraganta cuando
como.» (Cito según la traducción de Emilio García Gómez.)
Hay monumentos
perennes a las relaciones rotas, desde canciones como la sevillana “Dos cruces”,
bolero compuesto por Carmelo Larrea en 1952, o la mexicana “Se me olvidó otra
vez”, de Juan Gabriel; y desde la vieja historia de Eneas y Dido hasta algunos
cuentos inmortales de Anton Chejov. Una tragicomedia de Bernard Shaw lleva por
nombre, precisamente, Heartbreak House, la
casa rompecorazones o de los corazones rotos, aunque en la versión que yo poseo (Biblioteca de
Premios Nobel de Aguilar, traducción de Julio Broutá), el título se traduce de forma más ambigua por
La casa de las penas. Se trata de una
obra intensamente chejoviana, al estilo de La
gaviota, por ejemplo. Shaw la subtituló «Una Fantasía al estilo ruso sobre
temas ingleses», y escribió para ella un larguísimo prefacio casi tan
interesante como la obra misma. Claro que ahí no tienen tanta importancia los
corazones que se rompen como la decadencia irreversible de una época y una
cultura amables, y el presentimiento de la irrupción de los bárbaros en forma
de bombarderos enemigos. La obra fue escrita en 1919, sin embargo, y
representada por primera vez en 1922; formidable, en ese sentido, el poder de
premonición del sabio observador social irlandés, que construía sus obras teatrales
en la forma de paradojas: los bombardeos de los bárbaros llegarían a las Islas en
la vida real veinte años después.
Ojo, así pues, a
las relaciones rotas, tanto las interpersonales como las sociales y las
políticas. Son acontecimientos significantes, cargados de consecuencias
indeseadas, y de algún modo implican siempre una invasión de los bárbaros en el
espacio que solíamos considerar nuestro.
Posdata.- Pensaba al escribir la última frase en nuestros rompedores nacionales, los adictos al fracking en expresión de Enric Juliana, es decir Casado, Rivera, Aznar y Abascal; y en provocaciones como la de Altsasu. También pensaba en Carlos Lesmes, que utilizó su cargo supremo para decir del fallecido juez instructor del 1-O que "había cambiado la historia de España", frase que por sí sola debería acarrear su destitución o su dimisión. Una vez colgado el post, me llega la noticia de un francotirador detenido por los Mossos que quería atentar contra Sánchez por exhumar a Franco, y de otro que irrumpió en una discoteca de Los Angeles y disparó hasta treinta veces contra los asistentes, con un saldo de 12 muertos y otros tantos heridos graves. Son cosas lamentables que ocurren cuando desde el arriba de la sociedad se juega a romper el entramado social y la convivencia pacífica de los/las diferentes.
Posdata.- Pensaba al escribir la última frase en nuestros rompedores nacionales, los adictos al fracking en expresión de Enric Juliana, es decir Casado, Rivera, Aznar y Abascal; y en provocaciones como la de Altsasu. También pensaba en Carlos Lesmes, que utilizó su cargo supremo para decir del fallecido juez instructor del 1-O que "había cambiado la historia de España", frase que por sí sola debería acarrear su destitución o su dimisión. Una vez colgado el post, me llega la noticia de un francotirador detenido por los Mossos que quería atentar contra Sánchez por exhumar a Franco, y de otro que irrumpió en una discoteca de Los Angeles y disparó hasta treinta veces contra los asistentes, con un saldo de 12 muertos y otros tantos heridos graves. Son cosas lamentables que ocurren cuando desde el arriba de la sociedad se juega a romper el entramado social y la convivencia pacífica de los/las diferentes.