sábado, 17 de noviembre de 2018

CONTRAOFENSIVA LIBERAL


Hay gentes a las que no gusta que se les impongan límites desde el Estado. De hecho, prefieren la situación inversa: imponer ellos mismos límites, incluso vetos puros y duros, a la acción de los Estados.
El tema de la transición energética es paradigmático. Todo el mundo está de acuerdo en principio en recurrir prioritariamente a fuentes energéticas no contaminantes. En principio. Lo que sucede inmediatamente después, ya es otra cosa.
El Partido Popular-Madrid ha interpuesto dos recursos contra el plan municipal Madrid Central, dirigido a disminuir la contaminación atmosférica en la capital. Es sabido que desde 2010 se están rebasando los máximos permisibles de NO2 fijados por la Unión Europea, de modo que la calidad del aire no solo es hoy deficiente, sino directamente nociva para la salud de los ciudadanos. Cada vez más gente se muere por causas conectadas directamente con el aire viciado que respiran, las estadísticas están ahí. El PP-M considera, no obstante, que lo verdaderamente nocivo es imponer límites a la circulación de automóviles privados.
La patronal automovilística, por su parte, ha puesto el grito en el cielo contra la prohibición inmediata de fabricar vehículos movidos por diesel, y la fijación de un plazo medio, el año 2040 (dentro de 22 años; la vida media de un automóvil es de 12,3 años), para que todos los vehículos sean eléctricos.
“Se perderán muchos puestos de trabajo”, han dicho los empresarios, apresurándose a sacar a relucir el espantajo que agitan siempre que se quiere coartar de algún modo su codicia por los beneficios fáciles y cuantiosos.
No hay nadie más aficionado a dejar perder puestos de trabajo que la clase empresarial. Una demostración palpable de ello es el hecho de que la plantilla, la fuerza de trabajo asalariada, que antes figuraba en la columna de los activos de la empresa, según el nuevo sistema de contabilidad se ha trasladado al pasivo. Cuanto menos gasto de personal, mayor es el valor de venta (subrayen ese “de venta”, que enuncia la ley implacable del mercado: vales por tanto como te vendes) de la empresa. Todo el entramado actual de deslocalizaciones, externalizaciones y recursos a la economía “colaborativa” obedece en último término a esta realidad: que las empresas, en mayor medida aún que aquello que producen, son objeto permanente de compraventa especulativa. Y para resultar más atractivas y cotizarse mejor, deben desfilar por la pasarela del “mercado” transnacional ligeras de equipaje.
“No hay tanta electricidad” como para asumir un parque de automóviles eléctricos tan amplio, dicen. “Si se eliminan los hidrocarburos, crecerá la dependencia de la energía nuclear, que es la más peligrosa.” No. También se va a poner coto a la energía nuclear. De lo que se trata es de sustituir progresivamente, pero con toda la celeridad posible, las actuales fuentes energéticas por otras no contaminantes y sostenibles: solar, hídrica, eólica, geotérmica. Cuando se ponga en marcha, en serio, este proceso, la instalación de nuevas plantas generadoras creará a medio plazo muchos más puestos de trabajo de los que pueden perderse con la eliminación de los motores diesel (ahora) y de gasolina (con plazo hasta 2040). Para la industria automovilística, de otro lado, se trata de una sustitución de determinados componentes del producto que ofrecen, no de una supresión del mismo. 
“Una ley irresponsable”, truena el economista neoliberal Lorenzo Bernaldo de Quirós, hoy mismo, en lavanguardia. Lo irresponsable es su crítica: “caerán en picado las ventas de automóviles, la economía se estancará, la nueva norma solo acarreará perjuicios, el Estado no debe inmiscuirse en los negocios.” Etcétera. Es sabido de qué pie cojea Quirós. Es imaginable de qué fondos de reptiles cobra sus colaboraciones. Según su propuesta, y la de los accionistas multinacionales de la industria mundial del automóvil, lo responsable sería mantener el actual crescendo insostenible de depredación, de contaminación y de catástrofes medioambientales, para llegar, cuanto antes mejor, a un fin del mundo anticipado y verdaderamente apoteósico.
En el plan está incluido el atar de pies y manos a las legislaciones estatales, o municipales en el caso de Madrid Central, para que no puedan impedirlo. Porque al hacerlo, atentarían contra la sacrosanta libertad de mercado.