miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA TRAMPA DE LAS PRIMARIAS


La idea establecida parecía ser que, a más elecciones primarias (internas), más democracia. Sin embargo la ecuación no funciona, como se ha visto en multitud de ocasiones en las que, a fuerza de bajar el listón, la popularidad tertuliana ha derrotado a la competencia profesional. Un ejemplo paradigmático puede ser el caso de Pablo Casado versus Soraya Sáenz de Santamaría, que degeneró en el éxito anunciado del hiperventilado sobre la redicha.
El votante ni siquiera se pregunta en estos casos cuál es el mal menor entre los que se ofrecen a su elección, sino quién le cae más simpático/a. No se valoran los programas de gobierno (vade retro tal invento diabólico) ni las intenciones, ni el encaje del/de la candidato/a en el contexto político (por ejemplo, su conocimiento de los problemas económicos y sociales, su capacidad para entenderse con las fuerzas de la oposición, o su incidencia en el entorno europeo o internacional a secas), sino meramente sus prendas personales reducidas por lo común a la presencia física, la simpatía, el desparpajo ante las cámaras, la labia y los signos externos de pertenencia a una clase (ropa, peinado, dicción, estudios superiores materializados en másteres rimbombantes en universidades remotas).
El proyecto político está de capa caída; es la epidermis lo que cuenta en la valoración del pueblo soberano, como si de un concurso de belleza se tratara.
Todo esto era ya archisabido, desde que expertos como Nadia Urbinati han analizado la democracia demediada de las audiencias. Un paso más por el camino de reducir la selección democrática de las elites a una maniobra de fontanería nos lo ofrece Podemos-Madrid, cuya dirección ha querido utilizar en beneficio de los “leales a la causa” la previsible condición ganadora de la candidatura a la alcaldía de Manuela Carmena, y colocar como peaje intermedio unas primarias trucadas en las que situar a los unos en perjuicio de los otros.
Las elecciones internas no ofrecen en ningún caso (repito, en ningún caso; tampoco en el mejor de los casos posibles) un plus de democracia representativa, desde el momento en que no apuestan por los contenidos de la política sino por las personas más idóneas para llevar esos contenidos a la práctica. La representación que nos ofrece el sistema democrático rectamente entendido no es la de unas personas que se parezcan lo más posible a como nos vemos nosotros, sino la de las ideas y las reivindicaciones que pretendemos impulsar.
Las primarias fueron concebidas como una salvaguarda contra las decisiones del aparato, con la idea de ampliar el campo de los elegibles a personas no crecidas dentro del aparato, ni cooptadas por él, ni asimilables al mismo. En ese sentido, son beneficiosas. El rebote llega cuando el aparato se dedica, no solo a blindar el núcleo inamovible de dirección, sino además a promocionarlo a través precisamente del mecanismo de unas primarias controladas con habilidad desde arriba.
La ampliación perfectamente explicada y argumentada del suceso que comento, la puede encontrar el lector en un artículo firmado por Asier Martiarena que aparece en la vanguardia de Barcelona hoy mismo: https://www.lavanguardia.com/local/madrid/20181114/452884095482/podemos-madrid-estalla-plena-precampana-carmena-candidatur-pablo-iglesias.html