viernes, 23 de noviembre de 2018

NUESTROS AMIGOS INHUMANOS

Es la manera que tiene Leontxo García, periodista y divulgador del ajedrez, de referirse a los superordenadores que almacenan toda la teoría y la historia del juego en sus neuronas de silicio, y cuando se les plantea un problema o un lance de partida real vomitan, después de una reflexión relampagueante, un output consistente, tal vez, en un movimiento inesperado, apenas concebible para una mente humana.

─ Aquí ─ nos explica Leontxo delante de un tablero gigante ─ ,“nuestros amigos inhumanos” recomiendan tal cosa, pero ningún jugador vivo se atrevería a adentrarse en los vericuetos consecuentes a la respuesta tal otra.

Los amigos inhumanos están llevando el ajedrez de alto nivel a un impase. En estos días se celebra el campeonato del mundo. Está previsto a doce partidas, y en las diez primeras se ha dado el mismo resultado: tablas. Hubo un momento de revuelo cuando en un vídeo sobre el aspirante una captura de pantalla permitió ver el listado de aperturas a las que el jugador había dedicado una atención especial en su preparación. Se dijo que aquello daba una ventaja sustancial a su oponente, porque entre toda la inmensidad de movimientos posibles a lo largo de, digamos, las quince primeras jugadas de la partida, este podía limitarse a esperar la aparición de tan solo unos pocos sistemas de apertura.

Otros comentaristas, abiertamente partidarios de la teoría de la conspiración, insinuaron que el pantallazo chivato era una sofisticada trampa del aspirante, que desviaba al contrincante hacia el estudio de unas cuantas líneas que no pensaba utilizar, por lo que le restaba un tiempo precioso para preparar lo que efectivamente iba a aparecer en el tablero.

Ya tuviesen razón los unos o los otros, el match siguió su curso sin alteraciones perceptibles y los dos competidores, la más alta expresión del ajedrez humano en el momento presente, siguieron haciendo tablas de forma invariable. Cada cual cuenta con su propia mente, pero los amigos inhumanos que les auxilian en la elección de jugadas son los mismos. Son infalibles. Dos infalibilidades se anulan recíprocamente.

El título se decidirá probablemente en las partidas rápidas. Con menos tiempo para pensar, y superado el escollo inicial de unas aperturas superanalizadas, uno u otro de los dos campeones cometerá en algún momento un error. Errare humanum est. Lo que nos lleva a la conclusión de que la esencia del ajedrez no está en la mejor jugada sino en el error más garrafal.

La idea no es nueva. Hace más de un siglo, cuando los amigos inhumanos estaban aún en el limbo de los futuribles, alguien, no recuerdo quién, sentenció que en ajedrez gana siempre quien comete el penúltimo error.