Al tiempo que se
instalaba en la presidencia de la Corte de los Milagros Isabel Díaz Ayuso, como continuación
del ambicioso programa “regenerador” del PP y adláteres iniciado en Andalucía y
proseguido con la alcaldía madrileña, me sorprendió el tenor del artículo (en
NT) de un dirigente socialista de cierta significación y empaque, Álvaro
Frutos.
El cual titula su
trabajo “Madrid bitácora de España”, y arranca su argumentación del modo
siguiente: «Madrid es mucho más que la capital
de España, es un ideal para millones de ciudadanos españoles. Con
claros y oscuros ha marcado tendencia, estableciendo un modelo de relación en
lo económico, los negocios y una determinada manera de entender el bienestar.
Aunque, la política de la Comunidad de Madrid de las dos últimas décadas nunca
figurará en los anales del deber
ser. Lo malo es que nadie toma conciencia de
ello y se asume con facilidad. En España hoy, los problemas tienden a
centrifugarse para que sean otros los que se ocupen y preocupen…»
Lo cierto es, para
emplear mis propios argumentos expresados en estas mismas páginas (1), que el PP, en manos
primero de Aznar y luego de Rajoy, ha instalado un proyecto de gobierno
bimotor: de un lado, Madrid-Comunidad; del otro, la “periferia” entendida en
sentido amplísimo. Ha sido ese el esquema que “ha marcado tendencia”, y que ha
generado un “modelo [funesto, apostillo]
de relación en lo económico, los negocios y una determinada manera de entender
el bienestar.” En ese modelo, parece necesario recordarlo dada la débil memoria
de una clase política autosatisfecha, han jugado un papel de primer orden el
talante faraónico de Ruiz-Gallardón y Botella, el despilfarro a espuertas en el interior de una economía basada en la austeridad a todo trance, las cajas B, las tarjetas
black... En una palabra que sintetiza todo el prolongado avatar de la movida política
madrileña, la corrupción.
¿Es eso lo que
añora ahora don Álvaro, cuando el PSOE ha marrado por poco el doblete y, en
consecuencia, “los problemas tienden a centrifugarse”? ¿Es la vía de la
recentralización de las autonomías al margen de la Constitución, el modelo, la
tendencia, que añora? ¿Puede el genuino casticismo madrileño seguir poniéndose
orejeras para no percibir que, en la España de las autonomías, Madrid está
jugando en otra división que el resto?
Todos los
indicadores económicos señalan la posición de privilegio de la Comunidad
madrileña. En particular, los índices de renta per cápita. Madrid es el centro
político, el centro fiscal y el centro financiero del país. Pero su posición no
deriva de una productividad y una competitividad propias de una fortaleza hercúlea,
sino de una capacidad desmesurada para extraer, absorber y fagocitar rentas generadas en
otros lugares. Ese es el modelo, esa la tendencia, esa la “nueva relación en lo
económico, en los negocios y en la forma de entender el bienestar”.
Si atendemos al
nuevo mapa de la España política surgido de las últimas elecciones, ese modelo no debería
ser reeditado, sino sustituido por otro. Madrid debería resignarse a ocupar el
lugar menos ampuloso que le corresponde en el concierto global (protestará con
estrépito y furia, pero sin ningún sentido digno de ese nombre), y el gobierno
de la nación habrá de dedicarse a promover el progreso general y el bienestar
de todos, suprimir las sempiternas puertas giratorias y los “conseguimientos”
entre coleguis, y dejar de utilizar la capitalidad como plataforma de negocios
oscuros y enjuagues transparentes.