jueves, 15 de agosto de 2019

A LA BÚSQUEDA DE NUEVAS BITÁCORAS


Al tiempo que se instalaba en la presidencia de la Corte de los Milagros Isabel Díaz Ayuso, como continuación del ambicioso programa “regenerador” del PP y adláteres iniciado en Andalucía y proseguido con la alcaldía madrileña, me sorprendió el tenor del artículo (en NT) de un dirigente socialista de cierta significación y empaque, Álvaro Frutos.

El cual titula su trabajo “Madrid bitácora de España”, y arranca su argumentación del modo siguiente: «Madrid es mucho más que la capital de España, es un ideal para millones de ciudadanos españoles. Con claros y oscuros ha marcado tendencia, estableciendo un modelo de relación en lo económico, los negocios y una determinada manera de entender el bienestar. Aunque, la política de la Comunidad de Madrid de las dos últimas décadas nunca figurará en los anales del deber ser. Lo malo es que nadie toma conciencia de ello y se asume con facilidad. En España hoy, los problemas tienden a centrifugarse para que sean otros los que se ocupen y preocupen…» 

Lo cierto es, para emplear mis propios argumentos expresados en estas mismas páginas (1), que el PP, en manos primero de Aznar y luego de Rajoy, ha instalado un proyecto de gobierno bimotor: de un lado, Madrid-Comunidad; del otro, la “periferia” entendida en sentido amplísimo. Ha sido ese el esquema que “ha marcado tendencia”, y que ha generado un “modelo [funesto, apostillo] de relación en lo económico, los negocios y una determinada manera de entender el bienestar.” En ese modelo, parece necesario recordarlo dada la débil memoria de una clase política autosatisfecha, han jugado un papel de primer orden el talante faraónico de Ruiz-Gallardón y Botella, el despilfarro a espuertas en el interior de una economía basada en la austeridad a todo trance, las cajas B, las tarjetas black... En una palabra que sintetiza todo el prolongado avatar de la movida política madrileña, la corrupción.

¿Es eso lo que añora ahora don Álvaro, cuando el PSOE ha marrado por poco el doblete y, en consecuencia, “los problemas tienden a centrifugarse”? ¿Es la vía de la recentralización de las autonomías al margen de la Constitución, el modelo, la tendencia, que añora? ¿Puede el genuino casticismo madrileño seguir poniéndose orejeras para no percibir que, en la España de las autonomías, Madrid está jugando en otra división que el resto?

Todos los indicadores económicos señalan la posición de privilegio de la Comunidad madrileña. En particular, los índices de renta per cápita. Madrid es el centro político, el centro fiscal y el centro financiero del país. Pero su posición no deriva de una productividad y una competitividad propias de una fortaleza hercúlea, sino de una capacidad desmesurada para extraer, absorber y fagocitar rentas generadas en otros lugares. Ese es el modelo, esa la tendencia, esa la “nueva relación en lo económico, en los negocios y en la forma de entender el bienestar”.

Si atendemos al nuevo mapa de la España política surgido de las últimas elecciones, ese modelo no debería ser reeditado, sino sustituido por otro. Madrid debería resignarse a ocupar el lugar menos ampuloso que le corresponde en el concierto global (protestará con estrépito y furia, pero sin ningún sentido digno de ese nombre), y el gobierno de la nación habrá de dedicarse a promover el progreso general y el bienestar de todos, suprimir las sempiternas puertas giratorias y los “conseguimientos” entre coleguis, y dejar de utilizar la capitalidad como plataforma de negocios oscuros y enjuagues transparentes.