martes, 6 de agosto de 2019

JUGUETES ROTOS


Crónicas desde la Contigüidad del Cosmos



Rosita, la patrona del restaurante La Contigüidad del Cosmos, de Poldemarx, me dio aviso por teléfono.

─ Los tengo en el reservado. Los dos llevan un pedo de pronóstico.

─ ¿Y qué puedo hacer yo, Rosita?

─ Pruebe a llevárselos de aquí, don Paco. Usted tiene buena mano con los VIPs.

De modo que me llegué hasta el restaurante. A la entrada colgaba un cartel: «Cerrado por defunción de un familiar.» No obstante, Rosita entreabrió la puerta y me hizo seña de que entrara. Una vez en la sala vacía, me llevó junto a la puerta acristalada del reservado. Dentro se oían voces.

─ Yo no querría a Georrgieva parra Fondo Monetarrio ─ sonaba una voz femenina marcando mucho las erres ─. Forrbes me ha elegido como mujer más poderrosa del mundo, ¿sabes, Marriano? Porr undécima vez consecutiva. Y sin embarrgo, no me han hecho caso…

─ Kristalina es una buena elección ─ respondió un caballero culto, con voz nasal y acento levemente gallego ─. Dará una gran transparencia a la institución.

─ Yo querría a Dijsselbloem ─ protestó ella. Y él sentenció:

─ Diselblón es un cabrón. Y Calviño no es nadie.

─ Nadia ─ corrigió ella.

─ Nadie ─ insistió él.

─ Tú tampoco nadie ya, Marriano ─ se puso melancólica la voz femenina.

─ Bueno, quién sabe. Dado el actual bloqueo de la izquierda canalla, si Pablo da un paso al lado y Sánchez se abstiene, yo podría renovar el equipo con gente nueva y dar aún mucho juego. Veo brotes verdes. ¿Sabes que tenemos con nosotros a Hazard?

Elegí ese momento para entrar. Sobre la mesa vi una botella de güisqui casi vacía y una jarra de sangría demediada, dos vasos medio llenos, un recipiente con cubitos de hielo casi derretidos del todo, y otro objeto al que luego me referiré.

─ Don Mariano ─ dije en tono respetuoso ─, el taxi le está esperando fuera.

Miró instintivamente el Rolex que relumbraba en su muñeca.

─ Cielos, ahora recuerdo que tengo entradas para un festejo taurino en San Feliú de Guíchols. Habrá banda de música y tocarán “Que viva España”. Me temo que llego tarde. ¿Por dónde se va a los aseos?

Se dirigió tambaleante hacia el fondo del establecimiento. Quedamos Angela y yo frente a frente. Yo la miré, acusador. Ella me sostuvo la mirada. Temblaba, pero esa reacción podía deberse simplemente a sus recientes molestias musculares.

─ ¿Qué es esto que veo aquí? ─ pregunté, señalando el “otro” objeto colocado sobre la mesa.

─ Un joyerro Louis Vuitton ─ me respondió en tono frívolo.

─ ¿Suyo, por supuesto, cancillera?

─ No mío. Se lo mangué a la Lagarrte.

─ Lagarde ─ corregí.

─ Lagarrte ─ insistió ─.  Siemprre quise hacerrlo. Yo mujerr más poderrosa del mundo, según Forrbes. Porr undécimo año.

─ Cancillera, vamos a ver cómo podemos arreglar esto ─ dije, con un suspiro. Siempre me tocan a mí estos papelones ─. ¿Me da el número de móvil de madame Lagarde, por favor?

─ No quierro ─ se cruzó de brazos. Y añadió despectiva ─: Tú no erres nadia, quierro decirr nadie.

Recordé que tenía en la memoria de mi móvil el número de Christine; ella me lo había dado en cierta ocasión en que también le robaron el joyero. Mientras apretaba el botón, Angela cruzada de brazos temblaba de forma espasmódica.