Esa ha sido la
recomendación de Unai Sordo, secretario general de CCOO, y Pepe Álvarez, de
UGT, a los líderes de las dos formaciones de izquierda que deberían consensuar
la investidura de Sánchez en el mes de septiembre, a partir de una coalición
cada día más improbable, o por lo menos de un acuerdo programático.
(Magdalena
Valerio, ministra en funciones de Trabajo, ha hecho constar su opinión de que tal acuerdo “sería
fácil”. No solo ha dicho tal cosa, sino que ha ido desgranando los principales
elementos de un marco laboral novedoso, en el que cada medida deberá ajustarse de
forma escalonada y sin improvisaciones a un momento determinado y a un presupuesto
oportuno; de modo que algunas de ellas, notablemente un Estatuto de los
Trabajadores “para el siglo XXI”, solo llegarán como colofón de otros cambios
diversos y menores, pero imprescindibles para apuntalar con solidez la nueva
estructura de derechos laborales erga omnes.)
Sordo y Álvarez no
solo han pedido al jefe del gobierno el silencio estratégico de los tuits; también han criticado de pasada la
pésima gestión de los tiempos en la negociación fallida, y han recomendado encarecidamente
a los políticos en general que “no lo dejen todo para el último minuto”.
Es un consejo
sensato. Falta por ver si la mala gestión de los tiempos ─ por ambas partes ─
fue debida nada más a la torpeza, o si por el contrario se utilizó como un arma
de retrocarga para no llegar a los acuerdos tan deseados por las bases, y
cargar las culpas del desaguisado sobre la otra parte contratante.
Por el momento, sería
aventurado sostener tanto una cosa como la contraria. Pero el síntoma de que
algo vuelve a fallar es que twitter sigue echando humo. El último en darle a la
venenosa maquinita ha sido Echenique. Que él sea de verdad el último. Todos lo
agradeceremos.