jueves, 29 de agosto de 2019

YA NOS PELEAREMOS LUEGO


La frase es de Matteo Renzi. Ante el órdago del otro Matteo (Salvini), que rompió a la brava el gobierno de coalición con la pretensión de ir a nuevas elecciones en las que mejorar sus apoyos, el ex patrón del Partido Democrático italiano ha apoyado la entrada del PD en el gobierno con un pacto de programa con el M5S (un mal menor pero un mal de todos modos, como señala en su bitácora de aquí al lado JL López Bulla [*]; o dicho de otra forma, un sapo que tragarse con mucha salsa barbacoa y sin hacer demasiados ascos), dejando para más tarde la áspera controversia que mantiene con Nicola Zingaretti por la dirección del maltrecho aparato del partido.

El razonamiento de Renzi es impecable, lo que no impide que siga siendo un cabrón con pintas. Ocurre que en la política práctica nunca se produce una transfiguración como la del Monte Tabor, donde Cristo se apareció a sus discípulos envuelto en el esplendor de la gloria celestial y con Moisés a un lado y Elías al otro. Las cosas, aquí abajo, siempre se dibujan en matices mucho más difuminados, de un gris más bien sucio, y no dejan espacio para otra alternativa que la de optar por el mal menor. El arte de la política tiene todo que ver con saber elaborar programas magníficos en el laboratorio o el think tank, y luego, en el trantrán de la vida cotidiana, seleccionar primero y adoptar después aquel mal menor que se percibe intuitivamente como el menos malo de los posibles, el que por lo menos no cierra puertas que se desean abiertas ni impide pequeños progresos parciales (“microsoluciones” las llama Joan Coscubiela) capaces a medio plazo de ampliar un poco el horizonte de las expectativas.

Me refiero a las expectativas colectivas, sociales; no al listón particular que se marcan las ambiciones acrecidas de los políticos, así las legítimas como las ilegítimas.

Tienen que trabajarse mucho aún ese librillo del mal menor tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias. No es una receta recomendable dar por sentado que en el cotarro estoy en primer lugar Yo, el macho Alfa, marcando tendencia y comportándome con modos de autócrata, y en un lejano segundo plano un amplio coro de figurantes que no van a tener más remedio que ir por donde Yo les indique.

Es posible ver ahora mismo esa precisa concepción de la política en el otro órdago del británico Boris Johnson, que se ha puesto el Brexit por montera arrastrando al descrédito a la Queen, que es tan idiosincrática en ese país, y enfrentándose a un único asalto con los conservadores moderados, los laboristas juiciosos, los escoceses, los irlandeses, la iglesia anglicana y el sursum corda.

La democracia, en un aprieto tan duro, se apresta en estos momentos a ocupar la última trinchera de la legalidad, con la intención de defender las instituciones centenarias de la embestida cerril del Pájaro Loco.

Puesto a hacer un pronóstico de la situación, yo, que soy un optimista histórico, me inclino por pensar que prevalecerá la democracia, y asistiremos sentados a la puerta de nuestras casas al paso de las pompas fúnebres del niñato pijo británico que no quiso crecer.

Lo mismo pasará tarde o temprano con el órdago del furibundo Salvini. Y asimismo debería ser esa la salida de las difíciles negociaciones entre Pedro y Pablo por una solución que no será la que ninguno de los dos quería al principio.