martes, 20 de agosto de 2019

UNA OPERACIÓN INMOBILIARIA


Fotomontaje con la Torre Trump de Nueva York plantada en las costas de Groenlandia. Tomado de un tuit del propio Trump.


¿Por qué no aprovechar las oportunidades novedosas que ofrece el cambio climático en curso para hacer negocios apetitosos? Es lo que debe de haberse dicho Donald Trump, que se ha sacado de la manga la idea de comprar a Dinamarca la isla de Groenlandia, 2.166 millones de kilómetros cuadrados y menos de 60.000 habitantes. El presidente de Estados Unidos ha definido la propuesta de compra como una operación inmobiliaria de alto interés estratégico. La primera ministra danesa, Mette Frederikssen, ha respondido que supone que se trata solo de una broma. Trump ha replicado con el fotomontaje que aparece sobre estas líneas, y el texto: “Prometo no hacer esto con Groenlandia”.

Seguramente no lo hará, pero los famosos gemelos Scott podrían ampliar su próspero negocio inmobiliario y ofrecer a millones de estadounidenses de clase media segundas residencias de ensueño en Groenlandia a precios módicos. Dos mil y pico millones de kilómetros cuadrados dan mucho de sí a la hora de urbanizar. Y si el calentamiento global prosigue su curso desenfrenado, el perímetro costero de la isla podría llegar a estar más cotizado que el de Malibú, California.

Frederikssen insiste en que Groenlandia es de los groenlandeses, pero el argumento es peligroso: las fuerzas vivas podrían reclamar el ejercicio de su derecho a decidir, plantear un Groenexit y venderse alegremente al dólar mediante un referéndum de autodeterminación, incluso unilateral si preciso fuere.

Y en el caso de que la compraventa política no prosperara, hay otros medios para llegar al mismo fin. Ahí está el ejemplo de Neymar Jr., jugador de fútbol que no se sabe muy bien a quién pertenece pero que está sin discusión en venta, sempiternamente ofrecido en cualquier circunstancia al mejor postor.

Groenlandia podría ser un segundo Neymar. El Reino de Dinamarca posee los derechos, de momento y en teoría; pero la operación de venta sería viable, según normas consuetudinarias internacionales desarrolladas en tratados bona fide, en el caso de que el presidente Trump estuviera dispuesto a pagar la cláusula de rescisión.

Así funcionan las cosas en la aldea global. Como dijo a propósito de otra cuestión el ex ministro y ex banquero Rodrigo Rato, “yo no tengo la culpa; es el mercado”.