No estoy hablando
de la desgarrada “nivola” de don Miguel de Unamuno, sino de las dos virtudes
cuya ausencia está refulgiendo con luz propia en las relaciones entre el PSOE y
Unidas Podemos, dos formaciones condenadas en principio a entenderse, pero que a
pesar de ello, y de tener conciencia exacta de ello, aprovechan cualquier mínima
oportunidad para desentenderse recíprocamente un poquito más.
En el caso presente
ha sido la aparición de Carmen Calvo en el Congreso para explicar la gestión de
la crisis del Open Arms. Cayetana Álvarez de Toledo, desde la bancada del PP, ha
celebrado la ceremonia de la confusión al sostener que el sanchismo es igual al salvinismo.
(De eso nada, monada. El salvinismo te cae de lo más bien, y el sanchismo
todo lo contrario. No te líes tú, que a nosotros no nos vas a liar.)
Más grave es que, de
forma simultánea a la reclamación que Pablo Iglesias está haciendo al PSOE del
mismo (oigan, ¡el mismo!) pacto de legislatura que rechazó en julio con
aspavientos, su formación se alinea con la derecha en el ataque frontal a la
gestión de la crisis de los refugiados por parte del gobierno.
Falta amor y falta
pedagogía en la relación entre las dos izquierdas, la que ocupa el gobierno y
esperamos que por mucho tiempo (la alternativa es peor), y la que legítimamente
aspira a participar en él.
Pero, como señaló
el socialista Rafael Simancas en el curso de la sesión, «no se puede ser
gobierno y contragobierno a la vez», y todos tenemos la sensación de que una
cosa así ─ o parecida ─ es lo que pretende Unidas Podemos en esta coyuntura.
Noelia Vera,
portavoz de UP, reaccionó de forma destemplada a la indicación de Simancas.
Acusó al PSOE de tener dos caras, lo cual no deja de ser un indicio de que su
formación querría entrar en el gobierno junto a una tan solo de las dos caras
de su coaligado, y estaría en cambio claramente en contra de “la otra”.
Y respecto del trato
que recibe su formación por parte del gobierno, lo calificó de «paternalista,
prepotente y de superioridad moral». Pedagogía escasa, y ningún amor, por ambas
partes.
Joan Baldoví,
portavoz de Compromís, dio en el clavo al señalar que en Italia el PD y M5S han
sido capaces de superar en 20 días una desconfianza tan aguda, por lo menos,
como la que aquí nos tiene empantanados desde hace 120.
Lo que ambas
formaciones italianas han tratado de evitar es justamente el ascenso del
salvinismo rampante que la insensata Cayetana adjudica frívolamente al “sanchismo”,
agraviando de ese modo al político europeo que mejor se acomoda a las políticas
de su propio grupo y a las de sus amistades más peligrosas en el interior.
No es tan difícil,
pienso, extraer las analogías oportunas y aplicarlas a nuestra situación. Los
números en el parlamento son los que son: la derecha energuménica no está derrotada
definitivamente ni en Italia ni en España. Serán el juego de los mecanismos
democráticos, por un lado, y la puesta en práctica de políticas inclusivas por
otro, lo único que podrá desactivar la presión insistente de quienes están
reivindicando el orden público con la finalidad última de asentar con mayor
firmeza la injusticia.