Crónicas desde la Contigüidad del Cosmos
No sabíamos muy
bien qué hacer con el joyero de Madame Lagarde (1), de modo que Carmen lo ha
puesto sobre la mesa del comedor de nuestro apartamento en Poldemarx, en el
lugar que antes ocupaba un artístico florero.
Ayer recibimos la
visita del inspector Clouseau, de la Sureté.
─ Se trata de una
visita puramente amistosa, Monsieur Gorigués ─ me advirtió lealmente ─. Todo lo
que me diga podrá ser utilizado en su contra.
─ No tengo nada que
ocultar ─ declaré, al tiempo que echaba una ojeada furtiva al Louis Vuitton
colocado con ostentación sobre la mesa.
─ Ah, es usted de
los duros, se niega a cooperar.
─ Solo mientras no
me diga de qué se trata.
─ Una gran dama de altísima
posición cuyo nombre no hace al caso desea recuperar un objeto valioso que le
fue robado por su señora de la limpieza, una tal Angela Dorothea Kasner, que
nos ha sido descrita como una “rústica pomerana”. Según informaciones fidedignas,
dicho objeto obraría en la actualidad en su poder, Monsieur Gorigués. Si nos lo
entrega, es posible que su colaboración con la justicia nos mueva a negociar una rebaja sustancial de la pena ejemplar que los tribunales de mi país no
dejarán de imponerle por colaboración criminal con banda armada.
Puse cara de estar pensando.
─ El caso, mi querido
inspector, es que una interferencia policial pondría en grave riesgo una
delicada operación ultrasecreta a varias bandas, actualmente en curso. ¿Puedo contar
con su discreción respecto de lo que voy a revelarle?
─ Seré una tumba.
─ Eso espero, en
bien de su carrera. El objeto no identificado en cuestión está oculto en un
lugar seguro, dado que un equipo de intervención inmediata del MI5 ha montado
una operación de alto riesgo con el fin de apoderarse de él y entregarlo a
Boris Johnson…
─ ¡Cáspita!
─ Me ha quitado
usted la expresión de la boca, inspector. Johnson pretende amenazar a las
instituciones de la Unión Europea con la exhibición en los principales telediarios
de dicho objeto para insistir en la podredumbre y la corrupción del Viejo Continente
y conseguir de ese modo un Brexit de rositas. Conoce usted el valor incalculable
del objeto del que hablamos, por supuesto.
─ Se trata de los bijoux de famille de la dama cuyo nombre
excelso no vamos a mencionar en la sordidez de este tugurio, Monsieur Gorigués.
─ Exacto. El caso
es que la buena señora Kasner no era una agente libre. Se apropió del objeto en
cuestión por encargo de un altísimo dirigente internacional que tiene la
intención de comprar Groenlandia, pero sin pagar él la factura. Ya hizo algo parecido,
tengo entendido, con un muro fronterizo.
─ Tonnerre de Brest!
─ Yo no lo habría expresado mejor, inspector. De un modo u otro, le ahorro los detalles, los
componentes de un círculo externo de Unidas Podemos hemos conseguido apoderarnos del
botín. Nuestra idea es que la troika convenza a Pedro Sánchez de que nos dé
tres vicepresidencias y un ministerio en un inminente gobierno de coalición. Una
vez concertado el acuerdo, por motivos de seguridad la dama cuyos intereses
representa usted deberá venir personalmente en busca del objeto que desea recuperar,
en un transporte blindado que seguirá un trayecto estrictamente señalizado a lo largo
de la amplia avenida del Consolat de Mar de Poldemarx, para llegar así a las
puertas del restaurante La Contigüidad del Cosmos, donde le será hecha entrega
del objeto en cuestión y de un obsequio consistente en tres croquetas de jamón
artesanales, especialidad culinaria de Rosita la patrona. ¿Ha tomado nota?
─ Puntual. Ahora
bien, tengo orden expresa de registrar su apartamento. No intente impedírmelo.
─ Nunca se me
ocurriría poner trabas a la acción de la policía judicial.
Clouseau husmeó por
todo el apartamento (no es grande, apenas le llevó dos minutos y medio). En el
comedor, alzó en el aire el joyero Louis Vuitton para comprobar que no había
nada debajo.
─ Por lo que veo,
está usted limpio, Gorigués. Más le vale. Pero le advierto que volveremos a
vernos.
─ Será un placer,
inspector.
Se estarán
preguntando la razón de tanto ensañamiento mío con Christine Lagarde. Ustedes
no la oyeron gritarme por teléfono, en el momento álgido de la transacción
fallida: “Va te faire enculer, con de
merde!” Expresión que no les traduzco porque en este blog somos rigurosos
con la corrección del lenguaje.
(1) Para seguir el hilo cronológico de esta
historia por entregas, el lector desprevenido hará bien en leer antes las dos
historietas siguientes: