Imagen del incendio de la zona
de Cazadores desde Telde, Gran Canaria. Una señal mediática muy espectacular,
pero negativa.
Por todo Poldemarx se
han colgado los carteles de dos convocatorias independentistas: la primera
llama a una procesión de antorchas que ilumine la montaña de Montserrat la
noche del día 10 de septiembre, y la segunda convoca a la ya clásica
concentración en el centro de Barcelona el día 11, que este año irá vestida con
camisetas nuevas de color azul. En los dos casos, se ofrece autocar para el
traslado y se anima a la población a inscribirse en el centro cívico de Ca l’Artur
y pagar las cuotas correspondientes por el traslado y la camiseta.
Me disculparán,
espero, si me meto en camisa de once varas. En primer lugar, me parece que las
dos convocatorias vienen a ser excluyentes entre ellas. Dos viajes en autocar,
en días sucesivos, y pagando cuota en ambos casos, suponen demasiado desgaste para
el cuerpo y para el bolsillo incluso si los ánimos andan muy caldeados, que no
es el caso. Lo más probable es que las fuerzas vivas se dividan en dos grupos,
los de la antorcha y los de la camiseta. Posible que haya además un tercer
grupo, el de los que elijan no elegir y se sienten en la butaca de la sala de
estar a ver los eventos por la tele amiga.
En cualquier caso,
las cifras numéricas se resentirán. Parece que el ritmo de las inscripciones
está siendo más flojo este año que el pasado, en toda Cataluña, y la razón es
plausible. El ciudadano independentista de a pie, todo sentiment, empieza a sentirse demasiado exigido por las diferentes
siglas del cotarro.
Lo de la camiseta
azul, por ejemplo, es un abuso. La cosa iba bien con la amarilla, que dio
imágenes aéreas muy vistosas.
Se cambió luego a
la de color fresa. Sea. La fresa es todo un símbolo en el Alt Maresme.
Pero ¿azul? ¿Qué se
le ha perdido al mundo indepe con el color azul, que además es el de los de
siempre de Madrid? Vale que rehuyan el rojo para no confundirse con la gente
del PSC; el naranja, por C’s, y el verde por Vox. Pero elegir el azul no es sino
caer en el cazo para evitar la sartén.
Y luego está esa atrevida
idea de iluminar de noche la montaña sagrada con antorchas. A eso se le llama
jugar con fuego, y todo el mundo ha de ser muy consciente de cómo puede acabar
la performance, sobre todo si ese día cae la mala suerte de que sople viento
racheado.
La bonita escena de
Montserrat iluminando las tierras de la Catalunya Vella y la Nova, podría dar
paso a imágenes muy similares a las que hemos visto en primera plana de las
noticias en Gran Canaria o en la Amazonía. ¿Es necesario correr ese riesgo
cuando todas las voces autorizadas nos llaman a extremar la prudencia en esta
época de altas temperaturas?
Dado que no formo
parte ni de la ANC ni de los CDR, carezco de derecho a decidir en esta
cuestión. Mi posición, en consecuencia, viene a ser similar a la del
escribiente Bartleby en la novelita de Melville: preferiría que no se hiciera.