sábado, 19 de octubre de 2019

DEVALUACIÓN


La jornada de ayer da pie a tres valoraciones diferentes: la huelga general fracasó sin excusa posible, la manifestación derivada de la confluencia de las tres marchas fue un éxito considerable, y la exhibición de violencia de la noche fue un espanto.

Barajando las tres valoraciones, es posible llegar a una conclusión de cuál es el núcleo real del “sentimiento” independentista, tan ajeno a la política que se superpone a él, y dónde están sus límites.

Estuve paseando entre los manifestantes del centro de Barcelona, a eso de las seis de la tarde, después de los parlamentos de Paluzie y Mauri. Había allí muchísima gente joven, cansada de la larga caminata. Las papeleras del Paseo de Gracia rebosaban de latas vacías de distintas bebidas, con predominio de la cocacola. Grupos mixtos de jóvenes se habían sentado en el suelo en corro, y hacían broma; en su mayoría venían de lejos. Los bares abiertos, que eran casi todos, en un perímetro de unos 500 metros por lo menos en torno al eje central (mi caminata no pasó de ese círculo, de modo que no sé qué pasaba más allá) y las terrazas adyacentes, estaban abarrotados de personas envueltas en esteladas o luciendo camisetas azulonas en las que estaba escrito el lema “Objectiu: independència”. Había muchos niños, que jugaban. Observé personas de pelo blanco y parejas mayores que tenían los andares bamboleantes característicos del payés; algunos miraban boquiabiertos la Casa Batlló como si fuera la primera vez que la veían. Muchos/as jóvenes se abrazaban para hacerse un selfie con las banderas desplegadas de fondo. El ambiente era festivo, sin ninguna agresividad. Poco a poco, los grupos se ponían en marcha y se dispersaban hacia el lugar donde estaba aparcado el medio mecánico que había de devolverles a su casa. Algunos entraban en uno de esos edificios de viviendas de alquiler por días que tanto han proliferado en el Eixample. No había transporte urbano de superficie, de modo que todos los desplazamientos se hacían a pie.

Diría que la cuestión propiamente política había desaparecido del primer plano. Pocas siglas aparentes, ningún servicio de orden, ningún grito ni consigna. Circulaban zigzagueando entre la multitud que ocupaba la calzada jóvenes en bicicleta, posiblemente algunos de ellos en misión de scouts, de observadores que luego transmitían de alguna forma los datos recogidos a algún centro logístico. Eran la única indicación de que podía haber algún designio político en aquel aplec en el que solo faltaba la música autóctona en los altavoces.

Por la noche, el vandalismo sobrevenido apareció como algo extraño e incluso contrario al espíritu de la jornada. Aquellos jóvenes pirómanos fueron objeto de reprobación por parte de los vecinos, que les gritaban que se fueran a otra parte. 

El papel que cumplieron los incendios de contenedores y las pedradas a la policía fue el de borrar hasta hacer desaparecer la imagen anterior, plácidamente reivindicativa. Los movimientos de manual de una guerrilla urbana entrenada, en forma de pequeños grupos de vanguardia despegados del conjunto de la gente, tuvieron como objeto (como “relato”, si se prefiere el término) el asalto al centro de un escenario en el que la política estaba ausente desde primera hora de la mañana, cuando la huelga no consiguió cuajar ni siquiera entre los funcionarios.

Después de la judicialización de la política catalana, este segundo round tiende a convertirla en un problema de orden público.

Es la segunda devaluación de Cataluña, de su problema y de sus circunstancias. Una devaluación agravada por la falta de conciencia de las coordenadas reales del problema por parte de los políticos de todos los puntos de la rosa de los vientos. Nadie se ocupa de averiguar por qué los catalanes no están dispuestos a ir a una huelga política por la independencia ni aprueban el activismo antisistema, y en cambio aparecen una y otra vez masivamente en las fiestas señaladas, con talante plácido y festivo, para decir: aquí estamos, esto somos, esto queremos, hágannos caso señores de arriba y busquen las soluciones pertinentes.