sábado, 12 de octubre de 2019

DESPUÉS DE LA SENTENCIA


Cabe sospechar que en el calendario de Pedro Sánchez estaba señalado en trazo rojo que la sentencia sobre el procés había de llegar necesariamente antes que la investidura. Por la misma razón tal vez, ha elegido situar la exhumación de Franco entre las tareas rutinarias de un gobierno en funciones, antes que en el programa de trabajo de un gobierno de coalición.

Hoy, festividad del Pilar, sacan músculo el poder judicial de un lado, con un anticipo o filtración de lo que será la distribución alícuota de las penas por sedición más malversación a los protagonistas de la “desconexión unilateral” catalana de hace dos años; y de otro lado el poder de facto militar, que ocupará la calle con 4200 “efectivos”, 150 vehículos y 76 aeronaves, pertenecientes estas últimas tanto al Ejército del Aire como a Salvamento Marítimo, Cuerpo Nacional de Policía y Agencia Tributaria (?).

Vale. ¿Y luego, qué?   

Los resultados de las nuevas elecciones del  10N darán la pauta de lo que vendrá a continuación. Desde la esperanza de que no decaiga la mayoría del voto de izquierda que emergió en los desperdiciados comicios anteriores, podríamos tener un gobierno de izquierda a su pesar, o bien uno de centro-izquierda en tonos neutros y algo esfumados, como los que proponen las revistas de moda para la vestimenta del otoño.

En cualquier caso, nadie es tan insensato como para pensar que, después de la sentencia, el problema catalán habrá terminado.

En el problema catalán se han superpuesto dos movimientos simultáneos: uno, la fuga hacia delante de un grupo de políticos amateurs tan entusiastas como incompetentes; y dos, el serio malestar de fondo de la ciudadanía de una nación/autonomía que se ve ninguneada por las políticas recentralizadoras de sucesivos gobiernos empeñados en vulnerar la España de las autonomías plasmada en una Constitución de todos.

La sentencia resolverá en el mejor de los casos únicamente el primero de los dos problemas, el menos consistente. Resolver el segundo problema implica nada menos que construir un proyecto de futuro para España, y tratar de sacarlo adelante con el coraje suficiente para enfrentarse al tridente tóxico Casado-Rivera-Abascal, portavoces de una España monolítica y quintaesenciada que ni existe ahora ni ha existido nunca.

¿Está preparado Sánchez para el round que se avecina? Anoto la reflexión con la que Josep Ramoneda acaba el artículo (en catalán) que firma hoy en elpais, sobre estas mismas quisicosas: «La izquierda instalada en el miedo resulta deprimente.»