jueves, 3 de octubre de 2019

AUTOENGAÑO Y REPETICIÓN


La conmemoración del 1-O se ha celebrado en Cataluña con un forzamiento de los discursos paralelo a un descenso de la ciudadanía movilizada.

“Lo volveremos a hacer”, “No hay excusas”, “Estamos en la fecha fundacional del republicanismo”. La hinchazón retórica oscurece una realidad escuálida. La receta que ofrece la dirigencia más o menos establecida contra una previsible sentencia condenatoria de los políticos del 1-O se reduce a la consigna de celebración de “asambleas abiertas” y a la “desobediencia civil”. Dos medidas de manual que tienen el defecto de exigir una alta movilización permanente de la ciudadanía organizada, en un momento en el que la ciudadanía ─como tal y sin adjetivos─ tiende más bien a no comparecer.

He buscado una reflexión de Vittorio Foa, político, sindicalista y maestro, que tenía apuntada en alguna parte. Creo que pertenece a Il cavallo e la torre, su libro de memorias; pero no consta en mi apunte. En todo caso, se refiere al referéndum de 1984-85 sobre la escala móvil, forzado de forma voluntarista por el PCI en una coyuntura económica marcada por la devaluación de la lira. Fue uno de los grandes fracasos de Enrico Berlinguer, apenas disimulado por la oleada de cariño y de adhesión que despertaba el líder. Las palabras de Foa son muy duras, y fácilmente trasplantables a la situación catalana actual y a la operación en la que están empeñados sus principales líderes.

Esto es lo que dice:

«Pienso en la responsabilidad ética de una organización hacia sus organizados, en la inclinación al autoengaño que lleva a engañar al prójimo; pienso en la costumbre de hacer pasar por intransigencia la falta de ideas, en el vicio de valorar las derrotas como victorias… En un plano estético, pienso en la pobreza de una repetición infinita de movimientos y contramovimientos siempre iguales.»

Berlinguer estaba respaldado por una clase obrera organizada y combativa, en tanto que nuestros próceres cuentan solo con retazos de clases medias fragmentadas, desorganizadas y dubitativas. La ANC, el Omnium o los CDR no son aglutinantes de esas clases, sino grupos ideologizados con un divisor común muy bajo y aleatorio.

La proporción de autoengaño crece día a día en el movimiento independentista. La tentación de una violencia “controlada” (pero ¿quién puede controlar el grado de violencia una vez puesta en marcha, una vez lanzada la consigna “apreteu, apreteu”?) en un entorno retóricamente pacifista empieza a perfilarse desde un segundo plano y en un nivel subliminal de la conciencia. La repetición se consagra como la ceremonia última de un fracaso no reconocido.

Son elementos muy preocupantes. La respuesta adecuada de las instituciones no puede consistir simplemente en la aplicación del artículo 155 de la Constitución o de la Ley de Seguridad Nacional.

Pero el gobierno en funciones sigue en el trance de desperdiciar meses y más meses sin acabar de tomar los problemas en sus manos. Se trata de un gobierno decidido a ir segregando su propia “realidad”, entre comillas, al margen de esa otra realidad que tiene la inmensa virtud de existir ya desde antes.