martes, 29 de octubre de 2019

DE HONG KONG A KING KONG



El recurso a los “infiltrados” como promotores de la violencia callejera en Cataluña no ha durado ni dos telediarios. Elisenda Paluzie, patrona de la ANC, ha aclarado que la violencia puede ser positiva en la medida en que ayuda a dar visibilidad al conflicto en el mundo. «El mundo es así», ha dicho. Un reconocimiento penoso; la República Catalana que se avizora no sería entonces algo distinto y más perfecto, como de hecho se nos ha estado insinuando durante años (¿para qué, si no, separarse quirúrgicamente de la España corrompida y opresora?), sino un espejo fiel del mundo como es, con su carga promedio de violencia y de injusticia; el procés iría encaminado entonces no a cambiar el mundo, sino a adaptarse a él. La violencia sería un reclamo publicitario adecuado para la causa.

¿Para qué sirve la independencia soñada, cabe preguntarse entonces, si el punto de llegada al que se aspira es idéntico al punto de partida?

Laura Borràs, candidata de JxCat al Congreso, ha ensayado un último recurso de urgencia para escapar del círculo vicioso. Esto es lo que dice: «Hay que tener un margen para saber qué es violencia y qué es disturbio.»

Violencia, según esta tesis, es la sentencia judicial y la actuación reprobable de la fuerza pública; lo de enfrente es solo disturbio, sustancialmente pacífico “salvo alguna cosa”, como diría Mariano Rajoy.

El disturbio pacífico ha causado hasta el momento más de 600 heridos de diversa consideración. Se han perdido ojos y testículos. Seis heridos siguen ingresados a la fecha. De los 200 detenidos, 30 han ingresado en prisión. En la Universidad están en curso huelgas que no han sido votadas sino impuestas. Las huelgas van a ser indefinidas, aseguran sus organizadores, mientras el tribunal supremo no revoque la sentencia.

La señora Paluzie define estas acciones como «una movilización no violenta y sostenida en el tiempo», inspirada en Hong Kong, para erosionar los poderes del Estado. Antes se han ensayado otras diversas inspiraciones: Eslovenia, Quebec, Israel. Importa anotar, sin embargo, que puede haber o no erosión de los poderes del Estado, pero sin duda la hay, muy sensible, de los de la Generalitat: ahora mismo se pide desde los cuarteles generales de la revuelta la dimisión del conseller Buch, responsable de los Mossos.

En este campo de Agramante, no hay un contrapoder que se esfuerza en imponer una legalidad propia, sino una imagen apocalíptica difundida en vídeo para contribuir a dar mejor visibilidad a un problema más que conocido. No hay proyecto, sino tumulto.

Cuando se disipe el humo de la batalla y se haga el recuento de las bajas, se hará difícil justificar el sentido último de tanto estrépito y furia. El Gobierno estima en siete millones de euros los daños a las infraestructuras de transporte; solo en la ciudad de Barcelona, los daños se cifran en otros tres millones. Los cálculos no afectan al deterioro tal vez irreversible del patrimonio más importante para esta pequeña porción de un mundo que «es así»: me refiero a lo que algunos llaman el capital humano.