Azuzado por las
soflamas del energúmeno Sánchez, el rojerío se dispone a llevar a cabo su
programa máximo: primero, retirar la tumba del caudillo; luego, la cruz; por
fin, el valle; como traca final, quemar parroquias.
Es lo que ha leído en
voz alta y firme (atención, lo llevaba escrito, no ha sido una improvisación
desafortunada) Maribel Díaz Ayuso en la Asamblea regional madrileña. “¿Qué
vendrá luego?”, preguntó para terminar, en tono de suspense dramático, a los
concurrentes.
Ayuso no
improvisaba sino que contraprogramaba conscientemente a su patrón; Pablo Casado
había dicho poco antes, en otro lugar, que la exhumación de Franco es un asunto
“que no interesa a nadie”. Casado está cayendo aceleradamente en el sector
templado y maricomplejines del centro-derecha. Para el otro centro-derecha
ultra y racial, el que representa Ayuso, en cambio, el tema del desahucio del caudillo
es esencial; la presencia permanente de sus huesos bajo la cruz del valle tiene
una relación íntima con la idea de la centralización y la verticalización
suprema del poder; es símbolo, además de ser doctrina.
Las demás etapas in
crescendo del programa de izquierdas enunciado por Ayuso plantean otro tipo de
problemas, relacionados más bien con la logística: retirar la cruz de
Cuelgamuros sería técnicamente factible pero costaría un pastón y podría en
consecuencia provocar disidencias en la izquierda, con protestas por parte de
quienes preferirían gastar los dineros públicos en nuevas subidas del salario
mínimo o en actualizaciones de las pensiones en consonancia con el coste de la
vida.
Hacer desaparecer el
valle, de otro lado, es bastante imposible, como no sea utilizando el fotoshop.
Pero en fin, si las Kardashian lo hacen en sus elaborados semidesnudos, ¿por qué no Sánchez con un simple paisaje?
Finalmente está lo
de quemar parroquias. Los de Más Madrid, que no respetan nada, han interpelado
a la lideresa para que explique si existe en efecto un peligro real de quema de
templos, y en qué datos fiables sustenta la hipótesis anunciada en el
hemiciclo.
Los de Más Madrid
no comprenden la poesía y el arrebato, el vivo sin vivir en mí de la intrépida
Ayuso.
Y sin embargo, el
asunto no deja de tener miga. Cabría incluso que las derechas voraginosas
aceptaran una enmienda transaccional si se efectúa una corrección gramatical
mínima. Ahí donde pone “quemar iglesias”, la expresión se podría cambiar por la
de “quemar a Iglesias”.