El muy honorable (por
protocolo) presidente de la Generalitat señor Quim Torra ha echado la culpa de
la violencia presente y ampliamente documentada en Cataluña a los “infiltrados”.
Vayamos
por partes, infiltrados según la definición clásica, haberlos haylos, señala un informe de la
policía. Son grupúsculos anarquistas y antisistema de otras latitudes que han
venido, en una especie de internacional de los insumisos, a sumarse a los festejos programados trayendo
consigo su propia pirotecnia y situándose claramente al margen de las consignas
establecidas desde los cuarteles generales de la ANC y los CDR, después del
preceptivo conciliábulo con las clavegueras de la Generalitat.
Pero esos
infiltrados no son el elemento clave que ha venido a desestabilizar una
protesta cívica y pacífica en esencia. Son marginales de origen y están al
margen del grueso de la movida programada. Son en todo caso un a más a más; lo
que en comparación resultaría de una excrecencia cartilaginosa adyacente a una
malformación genética.
En la escalada de violencia
que se ha ido imprimiendo de día en día con formas imaginativas a las protestas
por la sentencia, la mayoría de los/las detenidos/as son catalanes de origen, muy
jóvenes y sin ficha policial. Es decir, para precisar un poco más su perfil: estudiantes
atentos, buenos ciudadanos en agraz, meritorios que esperan obtener el aplauso
de sus mayores, auténticos infiltrados o inoculados por la inyección de ese
virus epidémico que viene repitiéndose en todos los tonos: “Ara es l’hora”, “Ara o mai”, “Ho tornarem a fer”, o incluso, en
latín clásico: “Donec perficiam”.
Hay mayoritariamente
infiltrados de ese tipo en los desórdenes catalanes, y hay, claro está, infiltradores. Infiltradores son
quienes difunden esos mantras, quienes creen que todos los sacrificios ajenos valen
como combustible en la hoguera de las vanidades que están montando en beneficio
propio.
Pero atención, el fuego
que los infiltradores están atizando consume energías no renovables en más de
un sentido. Una juventud sin futuro está ardiendo en la pira de una república en
potencia que es unilateral, unidireccional y totalitaria. ¿A quién le echaremos la
culpa cuando finalice la actual y vistosa sesión de fuegos artificiales?