lunes, 21 de octubre de 2019

CARPE DIEM


Es decir: atrapa el día, no lo dejes escapar. Es el consejo de Horacio a Leucónoe, en la Oda primera. Porque “dum loquimur, fugerit invida aetas”, mientras hablamos huirá el tiempo envidioso. Y no creas, bella Leucónoe, ni por lo más mínimo en lo que ha de venir: “minimum credula postero.”

En el almuerzo de hoy hemos participado algunos familiares muy veteranos, y mi vecina de mesa nos ha contado que ya no confía en los bancos. Muchos años guardando allí los ahorros, dice; y el banco crece, pero los ahorros no. Su remedio, atrapar el día. “Dicen que la próxima crisis será bancaria. Antes de que todo pete, voy a pulirme el dinero que tengo ahí muerto de risa.”

Los recientes eventos consuetudinarios que acontecen en las rúas de Barcelona nos están dejando a todos un poso amargo: esta no es ya la ciudad alegre y confiada. Pocas perspectivas le vemos mientras las sombras de los incendios siguen pegadas al asfalto derretido y grumoso del suelo; todos o casi todos los contenedores de basura han desaparecido de la perspectiva urbana; las hojas bajas de algunos árboles están chamuscadas y precozmente marchitas; algunas pancartas, que pedían libertad para los presos desde los balcones de pisos primeros y principales del Eixample, han sido lamidas por las llamas de las hogueras y retiradas de su lugar; el calor de los fuegos encendidos con derroche de gasolina ha deformado algunos barrotes. Es mucha la gente que recuerda de pronto aquella película que narraba cosas irrepetibles sucedidas más de un siglo atrás, La ciutat cremada.

Estamos en una versión light de aquella ordalía antigua, pero los efectos psicológicos no son tan distintos. El president Torra intentó sin éxito que el presidente Sánchez le contestara al teléfono. ¿Para qué le llamaba? ¿Qué puede ofrecer quien no tiene nada en las manos y lleva ─utilizo una metáfora de doble sentido─ encendido el chivato que indica que la reserva del depósito de gasolina de su coche está agotada?

Cuando llegó la negativa formal de Sánchez a entrevistarse con el vicario de Waterloo, en las circunstancias actuales y sin una condena previa de los desórdenes violentos, Torra, consciente de la presencia de las cámaras de TV3 que lo filmaban por la puerta abierta de su despacho, se exclamó: “Quins collons!”  

Los exegetas tienen trabajo con la frase en cuestión. Unos pensarán que se refería a los atributos de Sánchez; otros, que a los propios. En el mejor de los casos, la frase lapidaria pasará probablemente a la posteridad como broche definitorio del paso por la Generalitat del señor Torra.

Las encuestas de opinión indican que la ciudadanía no confía en que los problemas se arreglen en el corto plazo. Para muchos, las cosas van claramente a peor. “Carpe diem” es entonces la consigna más adecuada al ánimo intranquilo de tantos barceloneses. No hay la más mínima confianza en lo que está por venir: minima credula postero.